Roderick Gordon- Brian Williams
Túneles
— Por favor.— La señora Burrows señaló el sofá—. Por favor, póngase cómodo.
— Will, échame una mano— dijo Rebecca, cogiendo a su hermano por el brazo y tratando de arrastrarlo hacia la puerta. No se movió, pues se había quedado paralizado al ver a su madre convertida en la mujer que no había sido desde hacía años.
— Eh... sí... sí...— dijo al fin.
—¿ Lo toma con azúcar?— preguntó Rebecca al inspector, tirando todavía del brazo de Will.
— No, pero sí con un poco de leche, gracias— contestó él.— Bien, con leche y sin azúcar. Mamá, ¿ dos sacarinas?
La madre asintió con la cabeza, dirigiéndole una sonrisa a ella y luego a su hermano, como si su desconcierto la divirtiera.
—¿ Y nos pondrás unas galletas de crema, Will?
Éste salió de su trance, se volvió y acompañó a Rebecca a la cocina, aún con la boca abierta y negando con la cabeza para expresar que no podía creer lo que había visto.
Mientras Will y Rebecca estaban en la cocina, el inspector habló con su madre con voz queda. Le explicó que habían hecho todo lo que habían podido para localizar a su marido y que, dado que no habían encontrado ni rastro de él por los alrededores, iban a pasar a la siguiente fase de la investigación. Esto implicaría hacer circular la fotografía del doctor Burrows, y también hacerla acudir a la comisaría para mantener con ella « conversaciones más largas », en palabras del inspector. También querían hablar con cualquiera que hubiera mantenido contacto con el doctor Burrows justo antes de su desaparición.
— Ahora quisiera hacerle algunas preguntas, si le parece bien. Empezaremos por el trabajo de su marido— dijo el inspector, mirando a la puerta y preguntándose cuándo llegaría el té—. ¿ Mencionaba a alguien en especial en el museo?
— No— respondió ella.— Quiero decir, ¿ hay alguien a quien pudiera haber confiado...?
—¿ El lugar al que iba a irse?— la señora Burrows completó la frase por él, y después se rió con frialdad—. Me temo que por ese camino no llegará a ninguna parte.
El inspector se irguió en el sofá, desconcertado por la respuesta de la señora Burrows. Ella aclaró:
— Es el único empleado del museo, no hay nadie más con él. Podría usted interrogar a los vejetes que van por allí, pero no se sorprenda si su memoria ya no es lo que era.
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