Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 81

Roderick Gordon- Brian Williams
Túneles
— No se le puede echar en cara, ¿ a que no? ¡ Seguramente ya no te aguantaba más!— dijo Speed para ponerlo en ridículo.
Obstinadamente inclinado sobre su mesa, Will hacía todo lo que podía para fingir que buscaba una determinada página en su libro de texto.
—¡ No soportaba más al monstruito de su hijo!— gritó Speed de ese modo horriblemente gutural, pero todavía algo chillón en que sólo puede gritar alguien a quien le está cambiando la voz.
A Will le hervía la sangre. El corazón le palpitaba y la cara le ardía. Temía que estas señales estuvieran traicionando sus sentimientos. Mientras seguía con los ojos fijos en la página incomprensible que tenía ante él, experimentó, durante una fracción de segundo, la sensación de la culpa y la duda de sí mismo. Podía ser que Speed tuviera razón. Podía ser que fuera culpa suya... que tuviera parte de culpa en la huida de su padre.
Pero casi de inmediato rechazó la idea. Fuera cual fuera el motivo de su desaparición, su padre no se había marchado. Era algo más serio... espantosamente serio.
—¡ Y menos a la majareta de tu madre!— vociferó aún más fuerte Speed. Will oyó que la respuesta a esta frase eran gritos ahogados y algunas risitas a su alrededor, en una clase que por lo demás guardaba absoluto silencio. Aquella reacción significaba que ya todos habían oído hablar de su madre.
Agarró con tal fuerza el libro de texto que las tapas empezaron a doblarse. Siguió sin levantar la vista, pero movió la cabeza de un lado a otro. Aquello sólo podía terminar de una manera... No quería pelearse, pero aquel rastrero estaba llegando demasiado lejos. Era cuestión de orgullo.
—¡ Eh, don Masblanconosepuede, a usted le hablo! ¿ Te has quedado sin padre, sí o no? ¿ Eres o no eres un bas...?
¡ Hasta ahí podía soportar! Will se levantó repentinamente, y al hacerlo impulsó sin querer la silla, que primero retrocedió arañando el suelo, y terminó volcando. Speed y él se miraron fijamente a los ojos. Aquél se había levantado también de su pupitre, con la cara crispada en una mueca de malvado placer, comprendiendo que sus burlas habían dado por fin en la diana. Al mismo tiempo, tres de los Grises, que estaban sentados tras su lider, saltaron de sus sillas con la alegría de una manada de lobos.
—¿ Ya ha tenido bastante la barrita de chocolate blanco?— preguntó Speed con desprecio, acercándose a Will por entre los pupitres con aire arrogante, seguido por su risueño séquito. Al llegar ante Will, Speed se paró, con los puños apretados. Aunque Will hubiera querido retroceder, sabía que no debía hacerlo.
Speed acercó más la cara, hasta ponerla a unos centímetros nada más de la de Will, y luego dobló la espalda como un mal boxeador.
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