Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 82

Roderick Gordon - Brian Williams Túneles —Bueno... ¿tienes ya bastante o todavía no? —preguntó, dándole a Will un golpecito en el pecho con el dedo cada vez que pronunciaba una palabra. —Déjale en paz. Ya estamos hartos de ti. —La imponente mole de Chester se dejó ver colocándose detrás de Will. Speed lo miró con desagrado y se volvió de nuevo a Will. Consciente de que toda la clase lo observaba y de que se esperaba que él hiciera el siguiente movimiento, a Speed sólo se le ocurrió mascullar algún desprecio entre dientes. Según le pareció a todo el mundo, aquél era un intento bastante pobre de salvar su orgullo. Dos de los suyos lo abandonaron, volviéndose con disimulo a su pupitre, dejando solo al más bajito, que aunque era bajo y delgado y parecía un niño pequeño, brincaba de un pie a otro claramente dispuesto a pelear. —Y bien, ¿qué vas a hacer ahora que sólo tienes a un enanito para defenderte? —le preguntó Chester a Speed, sonriendo con frialdad. Por suerte, el profesor entró en ese mismo instante y, comprendiendo lo que ocurría, carraspeó estentóreamente para hacerles saber que se hallaba en el aula. Eso no sirvió para poner paz entre Will, Chester y Speed, así que tuvo que acercarse y mandarles que se sentaran. Will y Chester se fueron a su sitio, dejando a Speed de pie, con su esbirro detrás. El profesor los miró amenazador, y ellos regresaron a su pupitre. Will se recostó contra el respaldo de su asiento y sonrió a Chester. Era un auténtico amigo. Ese día, al volver a casa, Will entró silenciosamente, procurando que su hermana no se enterara de que había llegado. Antes de abrir la puerta del sótano, se detuvo en el recibidor a escuchar. Oyó la melodía de una canción, You are my sunshine 2 . La cantaba Rebecca mientras hacía las labores de casa, en el piso de arriba. Bajó rápidamente al sótano y abrió la puerta que daba al jardín, donde Chester lo estaba esperando. —¿Estás seguro de que no pasa nada porque yo esté aquí? —preguntó—. Parece un poco... incorrecto. —Pues claro que no, no seas bobo —insistió Will—. Vamos a ver lo que podemos encontrar. Revisaron todo lo que había en los estantes, y luego las cajas archivadoras que ya había empezado a examinar Will con anterioridad. Sus esfuerzos no rindieron ningún fruto. 2 Tú eres para mí la luz del sol. (N. del T.) 82