Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
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—¡Eh, Copito de Nieve, me han dicho que tu viejo se ha dado el piro! —le gritó a
Will una voz en cuanto entró en el aula.
Se hizo de inmediato el silencio mientras todos se volvían a mirar a Will, quien,
apretando los dientes, se sentó en su pupitre y empezó a sacar los libros de la bolsa.
Speed, un chaval delgado y muy gamberro con el pelo negro grasiento, era el
autoproclamado jefe de una banda de personajes más o menos igual de
desagradables que se hacían llamar los Grises.
Se les solía ver juntos, como un enjambre de moscas, detrás del aparcamiento de
las bicis, donde se escondían para fumar en cuanto se daba la vuelta el profesor de
guardia. El nombre les venía de las nubes de sucio humo que flotaban encima de sus
cabezas cada vez que se juntaban, mientras tosían tratando de acabar de fumar antes
de que los descubrieran.
Llevaban todos el uniforme del colegio con parecido desaliño: el nudo de la
corbata demasiado grande, el jersey raído, y la camisa arrugada a medio meter en el
pantalón, que les iba demasiado holgado. Tenían la apariencia de una banda de
huérfanos desnutridos a los que hubieran sacado del canal y puesto a secar al sol. En
el colegio, insultaban y ridiculizaban a cualquiera que tuviera la mala suerte de
tropezarse con ellos.
Una de sus especialidades más desagradables consistía en rodear a algún alumno
desprevenido y, como una manada de hienas, obligarle a ir al centro del patio de
recreo, donde lo provocaban hasta que perdía el control. Will había tenido la
desgracia de presenciar uno de aquellos acosos, cuando un alumno de séptimo curso,
rodeado por Speed y su banda, se había visto obligado a cantar varias veces a voz en
grito una canción de cuna. Y como el chaval, petrificado de miedo, tartamudeaba y al
final terminaba abriendo y cerrando la boca sin conseguir articular sonido, Speed le
pegaba en las costillas para obligarle a cantar claro y fuerte. Un montón de
espectadores se reía tímidamente y se daban codazos entre ellos, sin conseguir
ocultar del todo el alivio que sentían de no ser ellos los elegidos. Will no había
llegado a olvidar cómo se ahogaba el chaval con las palabras mientras sollozaba.
Y en aquel momento, era él quien atraía la atención no solicitada de Speed.
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