Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
—Pero ¿por qué?
—La gente no para de desaparecer. ¿Quién sabe por qué? —Rebecca alzó sus
delgados hombros—. Pero ahora tenemos que hacernos cargo de la situación —dijo
con decisión—, y tenemos que explicarle a mamá lo que vamos a hacer.
—De acuerdo —asintió Will a regañadientes. Al pasar por el recibidor, miró su
pala con anhelo. Hubiera dado lo que fuera por salir de casa y meterse en algún lugar
en el que las cosas resultaran comprensibles.
Rebecca llamó a la puerta de la sala de estar, y entraron los dos. Parecía como si su
madre no los viera. Su mirada no se apartó ni un instante de la pantalla de la
televisión.
Se quedaron allí parados, sin saber qué hacer, hasta que Rebecca se acercó a la
butaca de su madre, cogió el mando a distancia y apagó la tele.
Los ojos de la señora Burrows siguieron sin apartarse de la pantalla, en la que ya
no había nada. Will vio en ella el reflejo de los tres: tres pequeñas figuras
aprisionadas entre los bordes del negro rectángulo. Respiró hondo, diciéndose que él
era el que tenía que hacerse cargo de la situación, no su hermana como siempre.
—Mamá —dijo, nervioso—. Mamá, papá no aparece por ningún lado, y... ya han
pasado cuatro días.
—Creemos que habría que llamar a la policía... —dijo Rebecca, y se apresuró a
añadir—: A menos que tú sepas dónde está.
Los ojos de la señora Burrows se dirigieron de la pantalla a los aparatos de vídeo
que había debajo, pero era evidente que no estaban mirando nada y que su expresión
era de una espantosa tristeza. De repente, parecía un ser completamente indefenso.
Will hubiera querido preguntarle qué iba mal, qué había sucedido, pero no fue
capaz.
—Sí —replicó con suavidad la madre—. Si queréis. —Y eso fue todo. Se quedó
callada, con los ojos caídos, y sus dos hijos salieron de la sala.
Por primera vez, Will comprendió todo lo que implicaba la desaparición de su
padre. ¿Qué iba a ser de ellos sin él? Se encontraban en un serio problema. Los tres. Y
en especial su madre.
Rebecca llamó a la comisaría local, y varias horas después llegaron dos policías, un
hombre y una mujer, ambos de uniforme. Will los hizo pasar.
—¿Está Rebecca Burrows? —preguntó el hombre a Will, echando un vistazo al
interior de la casa, mientras se quitaba el quepis. A continuación sacó un pequeño
cuaderno del bolsillo de la camisa y lo abrió con un movimiento de muñeca. Justo en
ese momento, por la radio que llevaba en la solapa se oyeron sonidos ininteligibles, y
el agente le dio a un botón para desconectarla—. Disculpa.
La mujer se dirigió a Rebecca:
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