Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 66

Roderick Gordon - Brian Williams Túneles —Voy a buscar la copia de la llave. Diciendo esto, Will salió de la cocina apresuradamente dejando a Rebecca de pie junto al fregadero, abriendo y cerrando los puños en sus guantes de goma amarillos. Reapareció unos segundos después: —Bueno, ¿vienes o no? Rebecca no hizo ademán de seguirlo, sino que miró por la ventana como reflexionando. —¡Vamos! —ordenó y un atisbo de ira tiñó de rojo sus mejillas. —Está bien... lo que tú digas —aceptó Rebecca, despertando de su ensimismamiento. Se quitó los guantes de un tirón y los dejó colocados muy cuidadosamente en el escurridero, al lado de la pila. Fueron a la puerta del sótano y la abrieron con mucho sigilo para que no les oyera su madre. En realidad, no tenían de qué preocuparse, pues en ese momento llegaba desde el interior de la sala de estar el ruido espeso y precipitado de una descarga de ametralladora. Will encendió la luz, y bajaron por la escalera de roble barnizado que él había ayudado a colocar. En cuanto pisaron el suelo de hormigón, tanto uno como otro se pusieron a mirar a su alrededor, en silencio. No había ni rastro de la presencia de su padre. El sótano estaba lleno de pertenencias suyas, pero nada era muy diferente de como lo había visto Will la última vez. La amplia biblioteca de su padre ocupaba dos de las paredes, y en la tercera, los estantes albergaban sus hallazgos personales, que incluían una lámpara de ferroviario, la máquina para imprimir billetes de la estación abandonada y una gran cantidad de cabezas de arcilla primitivas, de rasgos toscos, colocadas cuidadosamente. Contra la cuarta pared había una mesa de trabajo en la que estaba el ordenador, con una barra de chocolate delante, a medio terminar. Al observar la escena, lo único que a Will le pareció fuera de lugar era una carretilla llena de tierra y piedras pequeñas junto a la puerta que daba al jardín. —Me pregunto qué hace esto aquí —dijo. Rebecca se encogió de hombros—. Es curioso. Un día lo vi sacar una carga como ésta al terreno comunal. —¿Cuándo fue eso? —preguntó Rebecca, frunciendo el ceño en señal de concentración. —Hará un par de semanas... en medio de la noche. A lo mejor la trajo para analizarla o algo así. Se acercó a la carretilla, tomó en la mano un poco de la tierra suelta y la examinó de cerca, moviéndola con el índice. Después se la llevó a la nariz y la olió aspirando intensa-mente. —Alto contenido en arcilla —dijo, y hundió las manos en la tierra, levantando dos grandes puñados que apretó y luego dejó que cayeran en forma de polvo. Se volvió a Rebecca con expresión de desconcierto. 66