Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
—¿Y...? —preguntó ella con impaciencia.
—Me pregunto de dónde procede. Es...
—¿Qué más te da? Lo que está claro es que papá no está aquí, y nada de esto nos
ayudará a encontrarlo —dijo Rebecca con una vehemencia tan innecesaria que Will
se quedó sin habla—. Vamos, arriba —le apremió. Sin esperar la respuesta de su
hermano, subió pisando con fuerza en los peldaños, dejándolo solo en el sótano.
—¡Mujeres! —murmuró Will, repitiendo una opinión que su padre manifestaba a
menudo—. Con ellas no hay quien se aclare.
En especial, Rebecca había sido siempre un misterio para Will. No sabía si todo lo
que hacía lo hacía por un mero antojo, o si había realmente algo mucho más
profundo y más complejo dentro de su cabeza bien peinada, algo que no podía ni
siquiera empezar a comprender. En cualquier caso, no servía de nada pensar en ello
precisamente entonces, cuando había cosas más importantes de las que ocuparse.
Soltó un bufido de desprecio y se frotó las manos para limpiarse la tierra. Después
se quedó inmóvil en el centro del sótano hasta que empezó preguntarse cosas. Se
acercó a la mesa y hojeó los papeles que había en ella: artículos sobre Highfield
fotocopiados, fotografías en tono sepia desvaído de casas antiguas, y trozos de
mapas rotos. Uno de ellos le llamó la atención porque tenía algunos comentarios
escritos a lápiz. Reconoció la letra de trazos delgados e inseguros de su padre:
«La plaza Martineau... ¿la clave? ¿Ventilación para qué?», leyó Will, frunciendo el
ceño al repasar la red de líneas que su padre había trazado a lápiz a través de las
casas a cada lado de la plaza.
—Mi padre andaba detrás de algo, pero ¿de qué? —se preguntó en voz alta.
Mirando bajo la mesa, encontró el maletín de su progenitor y vació en el suelo el
contenido, que eran principalmente revistas y periódicos. En un bolsillo lateral del
maletín encontró unas monedas metidas en una pequeña bolsa de papel marrón y un
puñado de envoltorios de chocolate vacíos. Después, en cuclillas, empezó a mirar
entre las cajas de archivo que guardaba debajo de la mesa. Fue sacando el contenido
de cada una de ellas y observándolo por encima.
Sus pesquisas fueron interrumpidas por la insistencia de su hermana en que fuera
a cenar antes de que la cena se le enfriara. Pero antes de subir se entretuvo en mirar
las prendas que estaban colgadas en la puerta de atrás. Faltaban el casco y el mono
de su padre.
Cuando se dirigía a la cocina, oyó una algarabía de aplausos y risas que llegaba de
la sala de estar.
Ambos hermanos comieron en silencio hasta que Will levantó la vista para mirar a
Rebecca. Ella tenía el tenedor en una mano y un lápiz en la otra y hacía los deberes
de matemáticas.
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