Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
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Will se despertó bostezando perezosamente. Contemplaba la habitación
adormilado hasta que cayó en la cuenta de la luz que entraba por el borde de las
cortinas. Se sentó bruscamente, comprendiendo que algo no iba bien. Faltaba el
habitual alboroto matutino en la casa. Miró el despertador. Se había quedado
dormido. Los acontecimientos de la noche anterior lo habían alterado hasta el punto
de que se le había olvidado poner el despertador.
Encontró algunas prendas de su uniforme relativamente limpias en el fondo del
armario. Se las puso a toda prisa y se fue al cuarto de baño a lavarse los dientes. Al
salir del baño vio que la puerta del dormitorio de Rebecca estaba abierta y se paró un
momento a escuchar. Ya había aprendido a no entrar de sopetón. El dormitorio era
su santuario, y se había enfadado varias veces con él por entrar sin llamar. Como no
oyó señales de vida, decidió entrar a mirar. Estaba tan pulcro como siempre: la cama
hecha primorosamente y la ropa de andar por casa preparada para cuando volviera
del colegio, todo limpio y ordenado. Vio el pequeño despertador negro en la mesita.
«¿Por qué no me habrá llamado?», pensó.
Luego vio que la puerta del dormitorio de sus padres estaba entornada, y no pudo
resistirse a asomar la cabeza por el hueco. La cama estaba sin deshacer. Aquello no
era normal.
¿Dónde estaban? Will pensó en la discusión que habían tenido sus padres la noche
anterior, cuya gravedad no había comprendido hasta aquel momento. En contra de la
impresión que solía dar, Will tenía un lado sensible: no es que no le importara lo que
les ocurría a los demás, era tan sólo que le resultaba difícil expresar sus emociones, y
prefería ocultar sus sentimientos detrás de una displicente chulería ante las cosas de
su familia, o con una máscara de total indiferencia ante lo que atañía a otras
personas. Se trataba de un mecanismo de defensa desarrollado con los años para
soportar las pullas que provocaba su aspecto físico: nunca muestres tus sentimientos,
nunca contestes a sus provocaciones, nunca les des esa satisfacción. Aunque no
pensaba mucho en ello, Will era consciente de que su vida familiar era muy extraña,
por decirlo con suavidad. Los cuatro miembros de la familia eran tan diferentes como
si los hubiera juntado el azar, tan diferentes como cuatro extraños que comparten un
compartimento de tren. De algún modo, la amalgama tenía sentido. Cada cual sabía
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