Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
Will picó aún más fuerte, a un ritmo febril, porque se había quedado anonadado al
ver el aspecto de la roca. Chester tuvo que dar un paso atrás para evitar que le
golpeara con el pico o ser alcanzado por la tierra y las piedras que arrancaba con tal
fuerza que salían despedidas. De repente, Will se paró y se quedó un momento en
silencio. Después, tirando a un lado el pico, se dejó caer de rodillas para limpiar
frenéticamente con las manos algo que tenía delante.
—¡Bueno, mira esto!
—¿El qué?
—Puedes verlo por ti mismo —dijo Will sin resuello.
Chester avanzó a gatas y vio lo que tenía tan alterado a su amigo. En el punto en
que Will había quitado la tierra aparecían varias filas de una pared de ladrillo
visibles bajo la capa de piedra arenisca, y ya había arrancado algunos de los primeros
ladrillos.
—¿Y qué pasa si es una cloaca o un túnel del metro, o algo parecido? ¿Estás seguro
de que no pasa nada por estar haciendo esto? —preguntó Chester con angustia—.
Podría ser parte de un depósito de agua. ¡No me gusta!
—Cálmate. En los mapas no aparece nada por aquí cerca. Estamos en el borde de
la ciudad antigua, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dijo Chester dudando, sin saber a dónde quería llegar su amigo
con ese razonamiento.
—Bien, por aquí no se debe de haber construido nada en los últimos cien o ciento
cincuenta años. Así que es improbable que nos encontremos un túnel del metro, ni
siquiera una línea abandonada. He estudiado con mi padre todos los mapas
antiguos. Tal vez pudiera ser una cloaca, pero si te fijas en la curvatura del ladrillo al
encontrar la roca de arenisca, estaríamos arriba, cerca de la bóveda. Podría ser el
sótano de una casa antigua, o quizá parte de los cimientos, pero me pregunto cómo
iban a construir debajo de la roca. Es muy extraño.
Chester retrocedió un par de pasos y no dijo nada, así que Will volvió al trabajo
por unos minutos y después se detuvo, consciente de que su amigo seguía tras él,
nervioso. Se volvió y exhaló un suspiro de resignación:
—Mira, Chester. Si eso te hace feliz, lo dejaremos aquí por hoy, y esta noche lo
consultaré con mi padre. A ver qué piensa él.
—Sí, Will, prefiero que lo consultes con él. Ya sabes, por si acaso.
El doctor Burrows se despidió de Higochumbo y de su hija prometiéndoles que
averiguaría en los archivos locales lo que pudiera sobre la casa y su arquitectura.
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