Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 43

Roderick Gordon - Brian Williams Túneles doctor Burrows, que estaba arrodillado al borde de la abertura, sólo le llegaban débiles ecos. —¿Ya ha...? —preguntó Penny. —¡Shhh! —la hizo callar con pocos miramientos, dándole un susto al levantar la mano. Después de un rato, levantó la cabeza y miró a Higochumbo y a Penny frunciendo el ceño—. No lo he oído tocar fondo —comentó—, pero parecía que seguía cayendo por los siglos de los siglos. ¿Cómo... puede ser tan profundo? Entonces, sin preocuparse de la suciedad, se tendió en el suelo y metió cabeza y hombros por el agujero, lo más adentro que pudo, alumbrando la oscuridad que tenía debajo con la linterna que sostenía con su brazo extendido. De pronto tuvo frío y empezó a husmear. —¡No puede ser! —¿El qué, Burrows? —preguntó Higochumbo—. ¿Has averiguado algo? —Tal vez me equivoque, pero juraría que sube una corriente de aire —dijo sacando la cabeza del agujero—. El motivo no acierto a comprenderlo, a menos que todo el conjunto de viviendas fuera construido con algún tipo de ventilación entre cada casa. Pero que me aspen si entiendo por qué tendrían que hacerlo. Lo más curioso es que el conducto... —Se dio la vuelta para ponerse boca arriba, y apuntó la linterna hacia lo alto, por encima del espacio abierto—, parece seguir hacia arriba, justo detrás de la chimenea normal. Me imagino que también sale al tejado, como parte del cañón de la chimenea. Lo que el doctor Burrows no les dijo (no se atrevió, porque habría parecido demasiado descabellado) era que además había percibido aquella peculiar sensación de humedad y el mismo olor a moho que había notado el día anterior en High Street al chocar con el «hombre de sombrero». En el túnel, por fin, Will y Chester hacían progresos. Estaban cavando por debajo de la roca de piedra arenisca cuando el pico de Will dio contra algo sólido. —¡Maldita sea!, ¡no me digas que la roca continúa también por aquí debajo! — gritó exasperado. Chester dejó caer la carretilla y llegó corriendo desde la sala. —¿Qué pasa? —preguntó, sorprendido del arrebato de su amigo. —¡Mierda, mierda, mierda! —gritaba Will, picando violentamente contra el obstáculo. —¿Qué ocurre? —repitió Chester. Estaba sorprendido porque nunca había visto a Will perder la calma de aquella manera. Parecía endemoniado. 43