Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 42

Roderick Gordon - Brian Williams Túneles —Disculpe, qué maleducada, no me he presentado. Me llamo Penny Hanson. Creo que nos hemos visto alguna vez. Enfatizó con orgullo su nuevo apellido, tomado de su esposo. Siguió un instante de embarazo en el que Burrows se quedó tan desconcertado por el comentario de la mujer que ella se puso colorada y se apresuró a murmurar algo sobre el té. Indiferente a su azoramiento, él empezó a inspeccionar la cocina. La habían vaciado y habían quitado la capa de yeso para dejar los ladrillos a la vista, y habían instalado un fregadero nuevo con módulos de armario de cocina a medio terminar a lo largo de una de las paredes. —Nos pareció buena idea suprimir la chimenea y ganar espacio para poner una barra para desayunar —dijo Penny señalando la pared de enfrente, la que tenía los armarios nuevos—. El arquitecto nos dijo que sólo necesitábamos un soporte en el techo. —Señaló un agujero enorme en el que se podía ver que habían metido una nueva viga de metal—. Pero cuando los albañiles estaban tirando el enladrillado, la pared se derrumbó y encontraron esto. He llamado al arquitecto, pero no ha venido todavía. Un montón de ladrillos manchados de hollín indicaba dónde había estado el muro de detrás de la chimenea. Al abrirse, el muro había dejado al descubierto un espacio, semejante a las cámaras secretas que había en algunos palacios para ocultar a los curas católicos en tiempos de Isabel I. «Qué cosa tan extraña. ¿Un segundo tiro?», pensó Burrows, y casi de inmediato pronunció una serie de noes mientras negaba con la cabeza. Se acercó y miró hacia abajo. En el suelo había un respiradero de medio metro de ancho por uno de largo. Pisando los ladrillos sueltos, se puso en cuclillas al borde de la abertura y se asomó. —Ah... ¿tenéis una linterna a mano? —preguntó. Penny fue a buscar una. El doctor Burrows la cogió y la encendió apuntando hacia abajo por la abertura—. Revestimiento de ladrillo de comienzos del siglo diecinueve, me atrevería a decir. Parece que es de la misma época que la casa —murmuró para sí, mientras Higochumbo y su hija lo miraban con expectación—. Pero ¿para qué demonios lo hicieron? —añadió. Lo más extraño era que, al inclinarse más para mirar hacia abajo, no podía ver el fondo—. ¿Habéis averiguado la profundidad que tiene? —preguntó a Penny, enderezándose. —¿Con qué? —se limitó a preguntar la mujer. —¿Puedo coger esto? —Sujetó medio ladrillo roto de la pila de escombros de la chimenea. Ella asintió con la cabeza, y él volvió al agujero y se dispuso a dejarlo caer dentro—. Ahora escuchad —les dijo al soltarlo por el respiradero. Lo oyeron golpear contra las paredes al caer, con un ruido que se fue haciendo más sutil hasta que al 42