Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
—Ha sido poca cosa —dijo Imago.
Will miró su cara seria y se preguntó si le decía la verdad. El hombretón asintió
con la cabeza y prosiguió:
—Realmente has tenido suerte: esos perros suelen preferir partes más vulnerables
del cuerpo.
El antebrazo de Will tenía verdugones lívidos y dos semicírculos de heridas a
ambos lados, pero apenas sangraban ya. Imago examinó los mordiscos en el pecho y
el abdomen, le palpó las costillas, que sólo le dolían si aspiraba hondo. Tampoco allí
había heridas de gravedad. Pero el hombro era harina de otro costal: el animal había
clavado en él los dientes más profundamente y le había desgarrado la carne. En
algunos puntos el destrozo era tan grande que parecía que hubiera recibido un
balazo.
—¡Aaah! —gritó Will, girando la cabeza rápidamente mientras la sangre le corría
por el brazo—. Tiene un aspecto espantoso.
Después de ver la herida del hombro, se puso tenso y no pudo dejar de temblar,
siendo consciente de pronto del dolor que sentía. Por un momento le abandonaron
las fuerzas y se sintió débil y vulnerable.
—No te preocupes, no es tan grave como parece —dijo Imago para animarlo
mientras vertía sobre las heridas un líquido claro que tenía en una petaca de plata—.
Pero esto te va a escocer —le advirtió poniéndose a limpiar las heridas. Cuando
acabó, se desabotonó el sobretodo para desabrochar una de las varias bolsas que
llevaba al cinto. Sacó algo que parecía una petaca de tabaco de pipa y empezó a
espolvorear con generosidad su contenido sobre las heridas de Will, concentrándose
en las del "hombro. Las pequeñas fibras secas quedaban pegadas a las heridas y
absorbían la sangre—. Esto puede que te duela un poco, pero ya casi está —dijo
apretando un poco para que las fibras formaran una capa espesa.
—¿Qué es eso? —preguntó Will, atreviéndose a mirar hacia el hombro.
—Rizoma rallado.
—¿Quéé? —preguntó Will asustado—. Espero que tengas idea de lo que haces.
—Soy hijo de boticario. Me enseñaron a curar una herida cuando no era mucho
mayor que tú ahora.
Will volvió a tranquilizarse.
—No tienes de qué preocuparte... Hace días que no se me muere ningún paciente
—dijo Imago mirándolo de reojo.
—¿Eh? —Algo lento en pillarlo, Will lo miró asustado.
—Sólo estaba bromeando —dijo el hombre, alborotándole el pelo y riéndose.
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