Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 30

Roderick Gordon- Brian Williams
Túneles
—¿ Un descanso?— sugirió al ver que Chester empezaba a cansarse—. Vamos a tomarnos un respiro.
Lo decía en un sentido muy literal, porque como la entrada estaba cerrada, enseguida faltaba el aire donde estaban, unos seis metros más allá de la habitación.
— Si sigo perforando este túnel mucho más— le comentó a Chester mientras ambos empujaban sendas carretillas—, tendré que abrir un respiradero vertical. Pero me fastidia perder el tiempo con esas cosas en vez de seguir avanzando.
Llegaron a la habitación y se sentaron en las butacas. El agua que bebieron les supo a gloria.
—¿ Y qué hacemos con todo esto?— preguntó Chester, señalando las espuertas llenas que habían puesto sobre las carretillas.
— Lo subiremos a la superficie y lo tiraremos a la hondonada que hay al lado.—¿ Se puede hacer eso?
— Bueno, si alguien pregunta le diré que estoy cavando una trinchera para jugar a la guerra— contestó Will, y se le oyó tragar un sorbo de agua que había tomado de la botella—. ¿ Qué les importa? Para la gente sólo somos unos niños zumbados con pala y caldero— añadió con desprecio.
— Les importaría si supieran lo que hay aquí. Esto no es lo que se espera que hagan los niños normales— dijo Chester mirando a su alrededor—. ¿ Por qué te pasas aquí las horas, Will?
— Echa un vistazo a esto.
Levantó con cuidado una banasta de plástico que tenía al lado y se la puso en el regazo. Entonces empezó a sacar una serie de objetos, y se estiraba para ir colocándolos uno a uno sobre la mesa. Entre ellos había botellas antiguas de refresco que tenían una canica en el cuello y gran cantidad de botellas de medicamentos de diferentes tamaños y colores, todas las cuales tenían una hermosa pátina de vejez adquirida en los años pasados bajo tierra.
— Y mira esto— dijo con respeto al sacar una colección entera de tarros de paté de la época victoriana de diferentes tamaños, con tapas decorativas y nombres escritos con una letra antigua llena de rabitos que Chester no había visto nunca. El chico mostró un interés genuino: cogía los tarros uno a uno y le hacía a Will preguntas sobre su antigüedad y el lugar en el que los había encontrado. Animado de esta manera, Will prosiguió poniendo sobre la mesa hasta el último hallazgo de sus excavaciones más recientes. Entonces se recostó en la butaca, observando detenidamente la reacción de su nuevo amigo.
—¿ Y todo esto?— preguntó Chester examinando un pequeño montón de hierros oxidados que tocaba con el dedo.— Clavos de cabeza piramidal. Probablemente del
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