Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 298

Roderick Gordon - Brian Williams Túneles 37 Corrieron. Will mantuvo el brazo apretado contra el costado; el hombro le dolía horriblemente a cada paso que daba. No tenía ni idea de cuántos kilómetros habrían recorrido cuando, al final de una larga galería, Imago aflojó por fin el paso para que pudieran recuperar el aliento. La anchura de los túneles les hubiera permitido a los tres caminar juntos, pero preferían continuar en fila india, porque eso les otorgaba cierta privacidad, cierta sensación de encontrarse solos. Y aunque no hubieran intercambiado ni una palabra desde el instante en el que dejaron a Tam en la ciudad, cada uno sabía perfectamente en qué pensaban los demás en medio de aquel desdichado silencio que se había cernido sobre ellos como un paño mortuorio. La laboriosa marcha de los contritos miembros de la fila llevó a Will a pensar en cuánto se parecía aquella procesión a la de un cortejo fúnebre. El chico se resistía a creer que Tam, la persona de carácter más exuberante que había conocido en la Colonia, y que no había titubeado un instante a la hora de aceptarlo en la familia, hubiera muerto. Intentaba poner algún tipo de orden en sus pensamientos para superar la sensación de pérdida y vacío que lo abrumaba; pero no eran de mucha ayuda los frecuentes accesos de llanto contenido que acometían a Cal. Giraron innumerables veces a derecha e izquierda, siempre para descubrir un nuevo tramo de túnel anodino e idéntico al anterior. Imago no consultó el mapa ni una sola vez, pero parecía saber con precisión hacia dónde iban, murmurando para sí bajo la máscara como si recitara un poema inacabable, tal vez una oración. Varias veces lo vio agitar una esfera de metal sin brillo del tamaño de una naranja al doblar una esquina, pero ignoraba por qué hacía semejante cosa. Se sorprendió cuando los hizo detenerse junto a lo que parecía una pequeña grieta en el suelo y luego miró con cautela a ambos lados del túnel. A continuación, agitó vigorosamente la esfera de metal en torno a la grieta. —¿Para qué es eso? —le preguntó Will. —Disimula nuestro olor —respondió con brusquedad Imago, y tras guardar la esfera, se descolgó la mochila de Will y la dejó caer por el agujero. Entonces se puso de rodillas y se coló de cabeza por el agujero. Por decirlo con suavidad, tuvo que apretarse un poco. 298