Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
se defendieron por turnos. Los asaltos contra el enemigo eran tan vertiginosos que
Cal y Will apenas se atrevían a parpadear. Hubo un ataque por ambos lados, con
rápidos destellos de gris y plata, y los dos se acercaron tanto que hubieran podido
abrazarse, mientras los filos de sus armas rechinaban al chocar entre ellos. Con la
misma rapidez se separaron, jadeando. Siguió un periodo de calma en el que los dos
hombres se miraron fijamente a los ojos, pero Tam se escoraba a un lado y se
agarraba con fuerza el costado.
—Mala cosa —musitó Imago.
Will también se había dado cuenta: por entre los dedos de Tam, y chaqueta abajo,
manaban chorros de sangre que a la luz verdosa de la ciudad parecían de inocua
tinta negra. Estaba herido y se desangraba. Se estiró muy despacio y, aparentemente
recobrándose, en una fracción de segundo lanzó el machete contra Crawfly, que lo
esquivó sin esfuerzo, mientras él cruzó la cara de Tam de un lado al otro con una de
sus armas.
Tam retrocedió tambaleándose. Imago y los chicos vieron el parche de sangre
negra que le cubría la mejilla izquierda.
—¡Ah, Dios mío! —exclamó Imago en voz baja, apretando tan fuerte el cuello de la
chaqueta de los dos chicos que Will notaba la tensión del brazo en el momento de
reanudarse la lucha.
Tam volvió a atacar. Crawfly giraba avanzando y retrocediendo, a un lado y a
otro, en una danza fluida y estilizada. Los golpes de Tam eran decisivos y hábiles,
pero Crawfly era demasiado rápido, y la hoja del machete no encontraba otra cosa
que cortar, asalto tras asalto, más que el aire y la niebla. Al retorcerse para encararse
con su elusivo contrincante, Tam dio un paso en falso. Tratando de erguirse, las botas
le resbalaron. Perdió el equilibrio y se encontró en una posición muy vulnerable.
Crawfly no podía perder aquella ocasión. Atacó el flanco expuesto de Tam.
Sin embargo, éste estaba preparado. Había previsto el ataque. Se lanzó hacia
adelante y penetró la guardia de su oponente, alzando el machete en una fracción de
segundo, tan rápido que Will no vio el devastador tajo que lanzó al cuello de
Crawfly. El espacio entre los combatientes se llenó de negra espuma mientras el styx
se tambaleaba hacia atrás, dejando caer al suelo las dos guadañas y soltando un grito
que era como un gorjeo al llevarse la mano a la tráquea cercenada.
Como un torero que entra a matar, Tam dio un paso hacia delante, utilizando
ambas manos para asestar el golpe final. El machete se hundió hasta la empuñadura
en el pecho de Crawfly, que soltó un bufido y se agarró a los hombros de Tam para
no caer. Bajó la vista para mirar, sin podérselo creer, el mango de madera que le salía
del esternón, y después levantó la cabeza. Por un instante permanecieron los dos en
pie, inmóviles, como dos estatuas de un grupo trágico, mirándose el uno al otro en
silencio.
295