Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
Will se dio la vuelta para volver al dormitorio, y descansaba apoyado en la pared
del recibidor cuando oyó un estrépito tras él. Cal acababa de entrar por la puerta de
la casa y tenía delante el contenido esparcido por todas partes de dos bolsas de la
compra que se le habían caído al suelo. Llevaba una bufanda que le tapaba la boca y
las gafas de sol de la señora Burrows. Parecía el hombre invisible.
—No podré soportarlo mucho más —dijo, agachándose a recoger los alimentos.
Bartleby salió de la sala de estar, seguido por la tía Jean, de cuyos labios colgaba
un cigarrillo. El gato llevaba ya puestos sus nuevos pantalones de punto y una
chaqueta de mohair, ambos con una estridente mezcla de azules y rojos, además de
un pasamontañas multicolor que hacía un efecto bastante cómico con sus costrosas
orejas. Parecía el superviviente de una explosión en una tienda de Oxfam.
Cal observó la estrafalaria figura que tenía delante tratando de asimilar la
sorprendente mezcla de colores, pero no comentó nada. Parecía muy abatido.
—Este lugar está lleno de odio... se huele por todas partes. —Movía la cabeza
hacia los lados, lentamente.
—Bueno, así es, cielo —dijo en voz baja la tía Jean—. Y siempre ha sido así.
—La Superficie no es lo que me esperaba —dijo Cal, meditabundo—. Y no puedo
volver a casa... ¿O sí?
Will le devolvió la mirada mientras buscaba algo que decir para consolar a su
hermano, alguna fórmula para aliviar su angustia, pero no encontró ni una palabra.
La tía Jean se aclaró la garganta, terminando con aquella situación.
—¿Eso significa que os vais?
Al mirarla allí de pie, con su vieja y estropeada bata, Will se dio cuenta por
primera vez de lo vulnerable y frágil que era.
—Creo que sí —admitió.
—En fin... —dijo con voz apagada. Le puso a Bartleby la mano en el cuello,
acariciando tiernamente con el pulgar los pliegues de su piel—. Ya sabéis que aquí
seréis bien recibidos, siempre que queráis venir. —La emoción le entrecortó la voz, y
se volvió rápidamente—. Y traed al gatito con vosotros. —Se fue a la cocina
arrastrando los pies, y desde allí se la oía intentando sofocar los sollozos. Y al mismo
tiempo se oía también el tintineo de la botella contra un vaso.
Pasaron los días siguientes trazando planes y más planes. Will se sentía cada vez
más fuerte conforme se recobraba de la enfermedad. Los pulmones parecían más
limpios y volvía a respirar con normalidad. Hicieron numerosas compras:
encontraron máscaras de gas en una tienda de excedentes del ejército, así como
cuerdas y una cantimplora para cada uno; en una tienda de empeños compraron
unos flashes antiguos de cámara de fotos de un solo uso y, como era la semana
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