Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 277

Roderick Gordon - Brian Williams Túneles descubrió algo que alguien había tirado detrás de una caja de revistas viejas. Se encorvó para recoger dos objetos. Entonces cayeron al suelo trozos de cristal. Reconoció de inmediato el par de abollados portarretratos con marco de plata: eran los que en otro tiempo tenía Rebecca en su mesita de noche. Mirando la foto de sus padres, y luego la suya, se dejó caer en la cama, respirando con dificultad. Se sentía consternado. Era como si alguien le hubiera clavado un puñal y lo removiera despacio. Pero ¿qué se podía esperar de ella? Rebecca no era su hermana, y nunca lo había sido. Permaneció en la cama durante un rato, mirando la pared sin verla. Algo después, volvió a levantarse y fue andando hasta el recibidor y desde allí a la cocina. El fregadero estaba lleno de platos sucios, y el cubo de la basura rebosaba de latas vacías y envoltorios de comida precocinada lista para calentar en el microondas. Era una imagen tan triste y sórdida que no se dio cuenta de que las llaves de plástico de los grifos estaban derretidas y ennegrecidas a causa del fuego, y tampoco vio los azulejos, que también habían adquirido un color negro. Hizo una mueca y se volvió al recibidor, donde oyó la áspera voz de la tía Jean. Su tono era vagamente reconfortante, igual que el que tenía en otros tiempos, cuando iba todas las Navidades a pasar unos días con ellos, y se estaba horas y horas charlando con su madre. Se quedó de pie al lado de la puerta, escuchando el furioso ruido producido por el entrechocar de las agujas mientras la tía Jean hacía punto y hablaba: —El doctorcito Burrows... En cuanto le puse los ojos encima, le advertí a mi hermana... porque lo sabía... No te quieras liar con uno de esos vagos que estudian tanto... Porque, vamos a ver, a ti te lo pregunto, ¿para qué sirve un marido que se entretiene cavando agujeros cuando hay facturas que pagar? Will echó un vistazo cuando las agujas de la tía Jean detuvieron su tintineo de metrónomo para beber un sorbo de un vaso que tenía a su lado. El gato la miraba como adorándola, y ella le devolvía una sonrisa afectuosa, casi amorosa. Will no conocía aquella faceta de su tía. Sabía que lo correcto hubiera sido decir algo para revelar su presencia, pero no quería estropear la escena. —De verdad te digo que es un placer tenerte aquí. La verdad es que después de que mi pequeña Sophie pasara a mejor vida... Era una perrita y ya sé que no te gustan mucho... pero al menos estaba aquí por mí... Y eso es más de lo que puedo decir de ningún hombre al que haya conocido. Levantó lo que estaba tejiendo para verlo mejor: era un par de pantalones de colores chillones que Bartleby olfateó con curiosidad. —Ya están casi terminados. En un momentito te los podrás probar para que veamos la talla, encanto. —Se inclinó hacia delante y le hizo cosquillas bajo la barbilla. El levantó la cabeza y, cerrando los ojos, empezó a ronronear con la potencia de un pequeño motor. 277