Roderick Gordon- Brian Williams
Túneles
— Hoy está algo mejor. Creo que le está bajando un poco la fiebre— explicó mojando una toallita en un balde con agua y cubitos de hielo y poniéndosela a Will en la frente.
—¿ Quieres que venga alguien a verlo?— preguntó la tía Jean—. Ya lleva así mucho tiempo.
— No— dijo Cal con firmeza—. Él no quería que lo viera nadie.
— No le culpo, no le culpo en absoluto. Yo nunca he confiado en los matasanos. Y en los loqueros tampoco, la verdad. En cuanto te tienen en sus garras, da igual lo que...— Se calló de repente al ver que Bartleby, que había estado dormitando en un rincón, acurrucadito, despertaba con un prolongado bostezo y luego caminaba despacio y empezaba a beber el agua del balde.
—¡ Fuera, tontorrón!— le dijo Cal, apartándolo.
— Tiene sed el pobrecito— dijo la tía Jean, antes de adoptar una voz ridículamente infantil—: ¡ Minininino!, ¿ tiene un potito de sed?
Agarró por el pescuezo al asombrado animal y se lo llevó hacia la puerta:—¡ Ven con mamaíta, que te dará un premio!
Una corriente de lava avanza lentamente en la distancia. Su calor es tan intenso que Will apenas puede soportarlo en la piel. La silueta del doctor Burrows se recorta en la cascada de fuego que tiene detrás. Con desesperación, indica algo que surge de una enorme losa de granito. Grita excitado, como hace siempre que descubre algo, pero Will no consigue comprender las palabras debido al ensordecedor ruido blanco alternado con el confuso murmullo de varias voces, como si alguien intentara sintonizar una emisora al azar en una radio estropeada.
La imagen pasa a primer plano. El doctor Burrows utiliza una lupa para examinar un tallo de punta bulbosa que se eleva aproximadamente medio metro desde la sólida roca. Will ve que se mueven los labios de su padre, pero sólo puede entender pequeños retazos de lo que dice: «... una planta... se alimenta de roca... con base de silicona... reacciona a estím... observa...»
La imagen se acerca al primerísimo primer plano. Con dos dedos, el doctor Burrows arranca el tallo gris de la roca. Will se siente inquieto mientras va viendo cómo el tallo se retuerce en la mano de su padre y lanza dos hojas como agujas que se le enroscan en los dedos. « Me aprietan como si fueran de hierro... salvajemente...», dice el doctor Burrows con cara de espanto.
No hay más palabras, son reemplazadas por risas, pero su padre parece que grita mientras intenta desprenderse de aquello. Las hojas le penetran en la mano y le atraviesan la palma y la muñeca, le oprimen el antebrazo, hiriéndole la piel y reventándola, bañándola en sangre mientras se retuercen y entretejen un vals serpenteante. Le aprietan más y más el antebrazo, 275