Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 274

Roderick Gordon - Brian Williams Túneles —¿Qué pasa? —preguntó de forma que casi no se le entendía, bostezando y frotándose la nuca—. No he pedido nada y no compro nada a domicilio. —Tía Jean, soy yo..., Will —dijo. Pero en ese mismo instante se quedó pálido y la imagen de su tía empezó a desvanecerse ante sus ojos, mientras la escena entera perdía el color. —Will —dijo con vaguedad, reprimiendo otro bostezo—. ¡Will! —Levantó la cabeza y lo miró con incredulidad—. Creía que estabas desaparecido. —Miró a Cal y a Bartleby, y preguntó—: ¿Quién es? —Eh... un primo... —contestó Will casi sin voz, viendo el suelo ladearse y oscilar, y tuvo que dar un paso para apoyarse en el marco de la puerta. Fue consciente del frío sudor que le corría por el cuero cabelludo—. Del sur... vive en el sur... —¿Un primo? No sabía que tuvieras... —Por parte de mi padre —explicó con voz ronca. La tía Jean examinó a Cal y a Bartleby con recelo y un cierto disgusto. —Tu puñetera hermana estuvo aquí, no sé si lo sabes. ¿Está contigo? —Ella... —comenzó Will a explicar con voz temblorosa. —Porque esa golfilla me debe dinero. No te imaginas lo que hizo con mis... —No es mi hermana. Es una vil... espía... Es una... —Y en ese momento cayó desmayado a los pies de la sorprendida tía Jean. Cal estaba de pie ante la ventana, en la oscura habitación. Observaba las calles que tenía a sus pies, con sus líneas de puntos de luz ambarina y los conos movibles de los faros de los coches. Entonces, con aprensión, levantó lentamente la cabeza y miró la luna, cuya luz plateada se extendía en el cielo helado. No era la primera vez que se afanaba por captar, por comprender el vasto espacio que se abría ante él, tan diferente a cuanto hubiera visto antes en su vida. Se agarró al alféizar de la ventana, incapaz de controlar la creciente angustia. Apretó involuntariamente las plantas de los pies, con una sensación casi dolorosa de vértigo. Separó los ojos de la ventana al oír el gemido de su hermano y acudió a sentarse junto al cuerpo tembloroso que estaba acostado en la cama, cubierto sólo con una sábana. —¿Qué tal va? —oyó preguntar a la tía Jean con su voz nerviosa, que acababa de aparecer por la puerta. 274