Roderick Gordon- Brian Williams
Túneles
sala. Enseguida imaginó quién o quiénes serían... Lo más seguro era que se tratara de dos altos styx que lo mirarían de manera amenazadora desde detrás de una mesa, igual que en las sesiones con la Luz Oscura.
— Levántate— ordenó una voz aflautada y nasal.
Chester obedeció, y lentamente levantó los ojos hacia aquella voz. No podía quedarse más sorprendido ante lo que vio.
Se trataba de un solo styx, pequeño y arrugado, con su ralo pelo gris echado hacia atrás, y las sienes y el rostro entrecruzados con tantas arrugas que parecía una pasa blanca.
Encorvado sobre un escritorio alto y reclinado, parecía un antiguo maestro de escuela. Chester quedó completamente desarmado por aquella aparición envuelta en luz. No era lo que se esperaba. Comenzaba a sentir alivio, diciéndose a sí mismo que tal vez las cosas marcharan un poco mejor de lo que había pensado, cuando sus ojos se encontraron con los del viejo styx. Eran los ojos más fríos y oscuros que Chester había visto nunca. Eran como dos pozos sin fondo que le arrastraban hacia ellos y que por un poder sobrenatural y malsano le hacían caer en su vacío. Sintió algo helado a su alrededor, como si la temperatura de la sala hubiera descendido de repente, y tembló violentamente.
El viejo styx dejó caer los ojos sobre la mesa, y Chester intentó mantener el equilibrio sobre los pies, como si hubiera estado firmemente sujeto por algo hasta aquel momento, y de repente aquel algo lo hubiera soltado. Expulsó el aire que tenía en los pulmones, inconsciente hasta ese instante de haber estado conteniendo la respiración. Entonces el styx comenzó a leer en un tono mesurado:
— Has sido declarado culpable— dijo— de infringir la orden cuarenta y dos, edictos dieciocho, veinticuatro, cuarenta y dos...
Siguieron los números, pero eso para Chester carecía de sentido hasta que el styx se detuvo y, sin darle ninguna importancia, leyó la palabra: « Sentencia ». El chico se concentró en escuchar en ese momento.
— El prisionero será alejado de este lugar y transportado por tren al Interior, y allí quedará desterrado, entregado a las leyes de la naturaleza. Así sea— concluyó el viejo styx, juntando las manos y apretándolas una contra otra, como si estuviera exprimiendo algo entre ellas. A continuación alzó lentamente la cara de los papeles, y añadió—: Que el Señor tenga piedad de tu alma.
—¿ Qué... qué quiere decir?— preguntó Chester, tambaleándose ante la gélida mirada del styx y lo que acababa de oír.
Sin necesidad de consultar los papeles que tenía ante él, el styx se limitó a repetir el castigo y volvió a guardar silencio.
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