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Roderick Gordon- Brian Williams
Túneles
— No te preocupes, Barí— dijo Cal con dulzura, dando unas palmadas en el lomo al ofendido gato—. Estás... imponente— logró decir antes de que los acometiera otro ataque de risa.
El indignado Bartleby los miraba de soslayo con los enormes ojos ocultos tras las gafas de color rosa.
Afortunadamente, Rebecca, por muchas maldiciones que le arrojara Will, había dejado bien provisto el congelador que había junto a la lavadora. Leyó las instrucciones del microondas para calentar tres raciones de buey con acompañamiento de judías verdes y bolas de masa de pan. Las devoraron en la cocina. Bartleby lo hizo de pie, con las patas en la mesa, lamiendo el plato de aluminio mientras devoraba hasta el último pedacito de carne. Cal pensó que era lo mejor que había probado en su vida, pero al terminárselo aseguró que seguía con hambre, así que Will sacó otras tres raciones del congelador. Esta vez fueron de cerdo con patatas asadas. Lo tomaron con una botella de Coca-Cola que provocó en Cal espasmos de placer.
—¿ Y ahora qué?— preguntó al final, siguiendo con el dedo la ascensión de las burbujas en el cristal del vaso.
—¿ Para qué tanta prisa? Estaremos bien aquí por un tiempo— contestó Will. Esperaba que pudieran pasar allí escondidos al menos unos días, lo suficiente para meditar el siguiente movimiento.
— Los styx conocen este sitio. Ya han enviado a alguien aquí, y volverán. No te olvides de lo que dijo el tío Tam. No podemos quedarnos aquí.
— Supongo que tienes razón— admitió Will a regañadientes—, y si los de la inmobiliaria vienen a enseñarle la casa a alguien, nos descubrirán.— Con la vista perdida, se volvió hacia las cortinas de encima del fregadero, y habló con decisión—. Pero todavía tengo que salvar a Chester.
Su hermano se quedó aterrado.
—¿ No pensarás volver allá abajo? Yo no puedo hacerlo. Ahora no, Will. Los styx me tratarían de manera espantosa.
Cal no era el único que tenía miedo de regresar al mundo subterráneo. Will a duras penas podía soportar el terror que le daba la idea de volver a enfrentarse a los styx. Tenía la sensación de que ya había tentado la suerte demasiado, y que intentar otro audaz rescate era una absoluta locura.
Pero, por otro lado, ¿ qué iban a hacer si se quedaban en la Superficie? ¿ Huir? Al pensar en ello, le pareció imposible. Antes o después los detendría la policía, y a continuación los separarían y los meterían en centros de protección de menores. Peor aún: él pasaría el resto de su vida con el remordimiento de la muerte de Chester, y sabiendo que podía haber acompañado a su padre en una de las más grandes expediciones del siglo, y no lo hizo.
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