Roderick Gordon- Brian Williams
Túneles
espantosa carga que en aquel momento tenía que soportar sobre sus hombros. Contempló la intimidada figura de su hermano. Cal era un extraño, un monstruo en aquel lugar frío y nada hospitalario, y Will no tenía ni idea de cómo se las iba a apañar para protegerlo. Pero si se entregaba a las autoridades e intentaba que investigaran la Colonia( en el improbable caso de que dieran crédito a un adolescente escapado del hogar), podía poner en riesgo muchas vidas, la vida de los miembros de su familia. ¿ Quién sabía cómo podía terminar aquello? Se estremeció al recordar lo que decían del Descubrimiento, como lo había llamado la abuela Macaulay, y se imaginó que la sacaban a ella a la Superficie después de pasar toda su larga vida en el mundo subterráneo. No podía hacerle tal cosa a su propia abuela, eso era impensable. Era una decisión demasiado importante para que la pudiera tomar él solo. Se sentía terriblemente aislado y desamparado.
Tiró de la chaqueta para taparse mejor, y apremió a Cal y Bartleby a meterse en un pasaje subterráneo, al final del puente.
— Aquí huele a pis— comentó su hermano—. ¿ Acaso los Seres de la Superficie marcan así el territorio?— le preguntó a Will.
— Eh... normalmente no. Pero esto es Londres.
Al salir del pasaje y volver a la acera de la calle, Cal se quedó extrañado por el tráfico. No paraba de mirar a uno y otro lado. Llegaron a una avenida importante, y se detuvieron en el bordillo. Will agarró a su hermano por la manga con una mano y con la otra al gato por el pescuezo sin pelo.
Alcanzaron una isla peatonal en un momento en el que no venían coches. Desde los vehículos, la gente los miraba con curiosidad, y una furgoneta blanca, cuyo conductor hablaba muy alterado por el teléfono móvil, estuvo a punto de pararse a su lado. Para alivio de Will, volvió a acelerar.
Cruzaron los dos carriles que les quedaban y tras caminar un poco más, Will los condujo por un callejón poco iluminado. Su hermano se quedó parado, con la mano en la pared de ladrillo que tenía a su lado. Parecía completamente desorientado, como un ciego en un entorno extraño.
—¡ Apesta!— dijo con vehemencia.
— No es más que el humo de los coches— respondió Will desatando la gruesa cuerda de la esfera de luz y preparando con ella una correa con nudo corredizo para el gato, que no se mostró en absoluto preocupado por ello.
— Huele mal. Esto tiene que ser ilegal— dijo Cal con total convicción.
— Me temo que no— respondió Will guiándolos por la calle. Pretendía alejarse de la avenida y hacer el camino por calles secundarias, aun cuando eso hiciera el recorrido más difícil y tortuoso.
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