Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
—Al principio sí. Después bloquearon las entradas y las piedras que las señalaban
se perdieron... La Ciudad Eterna quedó olvidada —dijo, resoplando ruidosamente a
través del filtro del aire. Entonces volvió la vista atrás, nervioso, como si hubiera oído
algo.
Will siguió de inmediato la dirección de sus ojos, pero todo lo que pudo distinguir
fue la forma de Bartleby en la penumbra, que caminaba impaciente de un lado a otro
del túnel. Estaba claro que quería ir más aprisa que los dos chicos y de vez en cuando
los pasaba a toda velocidad, pero luego se paraba a olfatear alguna grieta o el tramo
de terreno que tenían ante ellos. A menudo, se ponía visiblemente nervioso y dejaba
escapar un flojo lamento.
—Al menos, los styx no nos encontrarán nunca en este lugar —dijo Will con
confianza.
—No estés tan seguro. Seguro que nos siguen —dijo Cal—. Y, además, todavía
tenemos la división por delante de nosotros.
—La... ¿qué?
—La división styx. Son una especie de... bueno... de guardia de frontera —dijo Cal,
buscando las palabras más adecuadas—. Patrullan la ciudad vieja.
—¿Para qué? ¿Pensé que estaba vacía?
—Se dice que están reconstruyendo zonas enteras y reforzando las paredes de la
caverna. Se dice incluso que la Colonia podría trasladarse a la Ciudad Eterna, y
corren rumores de que hay grupos de presos que son condenados a trabajar aquí
como esclavos. Pero sólo son rumores, nadie está seguro de que sean ciertos.
—Tam no me mencionó nada de que hubiera más styx —comentó Will sin tratar
de disimular el miedo que se traslucía en su voz—. ¡Genial! —dijo enfadado, dándole
una patada a una piedra.
—Bueno, tal vez no pensó que fueran un problema. Pero teniendo en cuenta la
manera en la que abandonamos la Colonia, ya es otra cosa, ¿no? Pero no te preocupes
demasiado. Es un lugar muy grande, y sólo debe de haber unas pocas patrullas.
—¡Maravilloso, qué tranquilizador! —replicó Will, imaginando qué sería lo que les
esperaba más adelante.
Siguieron andando durante varias horas, y al final tuvieron que bajar por una
pendiente pronunciada en la que les resbalaban los pies en la arena roja hasta que
llegaron por fin a una zona horizontal. Will sabía que si no se habían equivocado al
seguir el mapa, tenían que estar saliendo del laberinto. Pero el túnel se estrechaba
ante ellos, y parecía cegado al final. Temiendo lo peor, Will se adelantó corriendo,
encorvándose para pasar por debajo del techo.
Aliviado, vio que había un pequeño pasadizo a un lado. Esperó a Cal. Ambos se
miraron con aprensión mientras Bartleby olfateaba el aire. Will dudó, pasando la
240