Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 143

Roderick Gordon - Brian Williams Túneles —Intenta tragar un poco, venga —dijo Will, volviendo a llenarse la boca. Sentía que recuperaba las fuerzas con cada bocado—. Yo no dejo de pensar que les dije algo de mi madre y de Rebecca, pero no sé si lo soñé. —Tragó, y a continuación se quedó callado varios segundos, masticando mientras algo empezaba a reconcomerlo—. Sólo espero no haberlas metido en problemas a ellas también. —Tomó otro bocado y, sin dejar de masticar, continuó hablando mientras recordaba otra cosa—. Y el diario de mi padre... No dejo de ver en mi mente, más claro que ninguna otra cosa, los largos dedos blancos de esos tipos abriéndolo y pasando las hojas una a una. Pero es imposible que eso haya ocurrido, ¿no? Se me mezcla todo. ¿Y tú, qué me cuentas? Chester se desplazó un poco. —No lo sé. Puede que haya mencionado el sótano de tu casa... y a tu familia... A tu madre... a Rebecca... Sí, puede que les haya hablado de todo eso, pero, Dios mío, no lo sé realmente... Es todo demasiado confuso. No distingo lo que dije de lo que pensé. —Dejó la taza y se cogió la cabeza con las manos, mientras Will se inclinaba hacia atrás, mirando el techo. —Me pregunto qué hora será —dijo suspirando— allá arriba. Durante lo que debió de ser la semana siguiente, hubo más interrogatorios de los styx, y la Luz Oscura les produjo los mismos espantosos efectos secundarios: agotamiento, ofuscada incertidumbre sobre lo que habían dicho o no a sus torturadores, y un espantoso mareo. Pero llegó el día en el que los dejaron en paz. Aunque no podían tener la certeza, estaban convencidos de que los styx ya debían de haberles sacado todo lo que querían, y concibieron la esperanza de que aquellas horribles sesiones hubieran acabado para siempre. Fueron transcurriendo las horas, los dos muchachos dormían de manera irregular, las comidas llegaban cada tanto, y ellos pasaban el tiempo caminando por el calabozo cuando se sentían lo bastante fuertes, descansando en el poyo, e incluso, ocasionalmente, acercándose a la puerta a gritar, sin que sirviera de nada. Con aquella penumbra constante, que era igual a todas horas, perdían toda sensación del transcurso del tiempo, de la sucesión de días y noches. Fuera del calabozo se desarrollaban sinuosos procesos: sin que ellos lo supieran, investigaciones, encuentros, charlas y discusiones, todo en el chirriante lenguaje secreto de los styx. Estaban decidiendo su suerte. Ignorantes de ello, los chicos hacían todo lo que podían por mantener alta la moral. En susurros, hablaban largo y tendido sobre cómo podrían escapar, sobre si Rebecca conseguiría al final atar los cabos de su desaparición y conduciría a la policía 143