Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
2
En la otra punta de Highfield, Terry Watkins (o «Tel Escombros», como lo
llamaban sus compañeros de trabajo) se había puesto ya el pantalón del pijama y se
lavaba los dientes ante el espejo del cuarto de baño. Se encontraba agotado. Quería
acostarse y dormir de un tirón toda la noche, pero su mente seguía dándole vueltas a
lo que había visto aquella tarde.
Había sido un día espantosamente duro y largo. El y su equipo de demoliciones
estaban derribando la antigua fábrica de albayalde para dejar sitio a un nuevo bloque
de oficinas para no se sabía qué ministerio. Se moría por volver a casa, pero había
prometido a su jefe que sacaría unas hileras de ladrillos del sótano para hacerse una
idea sobre la extensión de los cimientos. Lo que menos se podía permitir la compañía
era pasarse del plazo previsto, que era siempre el riesgo con aquellos edificios
antiguos.
Alumbrado por el foco portátil, había golpeado con la maza para deshacer los
ladrillos hechos a mano, que iban revelando su interior encarnado como animales
descuartizados. Volvió a golpear, y los fragmentos saltaron al suelo del sótano
cubierto de hollín. Lanzó una maldición por lo bien construido que estaba todo el
maldito edificio.
Después de varios golpes más, esperó a que se asentara la nube de polvo de
ladrillo que había levantado. Se sorprendió al ver que la zona de muro que le tenía
ocupado sólo tenía el grosor de un ladrillo, y que donde deberían haber estado la
segunda y la tercera capa, había una plancha de hierro colado. La golpeó un par de
veces, y a cada golp