Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
El doctor Burrows silbaba distraídamente mientras se demoraba para inspeccionar
una torre de espuertas cuidadosamente apiladas y un montón de tablas. De camino a
la salida, se detuvo varias veces más para comprobar los puntales de madera que
había a cada lado. Los golpeaba con la palma de la mano, y al hacerlo su confuso
silbido se elevaba hasta agudos imposibles.
Al final el túnel se volvía llano y se expandía en una amplia estancia en la que
había una mesa de caballetes y dos butacas de aspecto lamentable. Descargaron
sobre la mesa parte del equipo, antes de ascender por el último tramo del túnel que
llevaba a la salida.
Justo cuando el reloj del ayuntamiento terminaba de dar las siete, en un rincón del
aparcamiento de Temperance Square, se elevó un par de centímetros un lateral de
una plancha de hierro corrugado. Esto ocurría a comienzos del otoño, y el sol se
inclinaba sobre el horizonte cuando padre e hijo, después de comprobar que no había
moros en la costa, retiraron la plancha para dejar al descubierto un gran hoyo con
armazón de madera. Sacaron un poco más la cabeza para asegurarse bien de que no
había nadie más en el aparcamiento, y salieron del hoyo. Tras tapar la entrada
colocando la plancha en su sitio, Will esparció con el pie un poco de tierra para
disimularla.
La brisa agitaba las vallas publicitarias que cercaban el aparcamiento, y un
periódico daba vueltas por el suelo como una planta rodadora, esparciendo sus
páginas. La luz del sol poniente dibujaba el contorno de las naves de
almacenamiento circundantes y se reflejaba en la fachada de tejas rojas de un viejo
edificio de viviendas de alquiler. Al salir de allí, padre e hijo parecían un par de
buscadores de oro de vuelta a la ciudad después de visitar su mina en las colinas.
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