Tuneles Roderick Gordon 1 Túneles | Page 139

Roderick Gordon - Brian Williams Túneles —¿Me van a hacer una foto? —preguntó Will en un mediocre intento de recurrir al humor, tratando de dominar la voz para que no se le notara el miedo. Sin prestarle ninguna atención, el styx hizo girar uno de los discos de la caja negra, como si quisiera sintonizar una emisora de radio. Will sintió miedo al darse cuenta de que en las cuencas oculares empezaba a notar una desagradable presión que iba en aumento. Para aliviar la extraña tensión de las sienes, abrió la boca como si bostezara en silencio. La sala empezó a oscurecerse, como si el aparato se tragara toda la luz. Creyendo que se volvía ciego, Will parpadeó varias veces y abrió los ojos cuanto pudo. Podía distinguir tan sólo, con enorme dificultad, las siluetas de los dos styx recortadas por la escasa luz que reflejaba la pared que tenían a su espalda. Cobró conciencia de un incesante sonido como de palpitaciones, pero no sabía de dónde provenía. A medida que ganaban intensidad las palpitaciones, empezaba a sentir en la cabeza algo realmente extraño, como si vibraran dentro de ella cada nervio y cada hueso: era como tener un avión volando justo por encima. Aquella resonancia parecía originada por una bola de mil puntas en el centro del cerebro. Entonces comenzó a sentir verdadero pánico, pero al no poder mover un músculo, tampoco podía hacer nada para resistirse. Conforme el styx manejaba los discos, la bola parecía desplazarse, descendiendo poco a poco por su cuerpo hacia el pecho y luego rodeando el corazón, suprimiéndole la respiración y haciéndole toser sin querer. Después se fue moviendo dentro y fuera de su cuerpo, deteniéndose en ocasiones a corta distancia. Era como si algo vivo entrara dentro de él en busca de alguna cosa. Volvió a desplazarse, y flotó medio dentro, medio fuera de su cuerpo, en las inmediaciones de la nuca. —¿Qué ocurre? —preguntó Will, intentando conservar algo de valor, pero no hubo ninguna respuesta por parte de aquellas figuras cada vez más oscurecidas—. No me dan miedo con todo esto, ¿saben? Siguieron en silencio. El cerró los ojos por un segundo, pero cuando volvió a abrirlos, se dio cuenta de que ni siquiera podía distinguir las siluetas de los styx, que estaban ya inmersos en una total oscuridad. Forcejeó con sus ataduras. —¿Te molesta la falta de luz? —preguntó el styx a la izquierda de él. —No, ¿por qué me iba a molestar? —¿Cómo te llamas? —Las palabras se clavaron en la cabeza de Will como un cuchillo surgido en la oscuridad. —Ya lo he dicho: Will. Will Burrows. —¡Tu verdadero nombre! —Will hizo un gesto de dolor causado por la voz del styx. Era como si cada palabra descargara en sus sienes una sacudida eléctrica. —No sé lo que quiere decir —respondió apretando los dientes. 139