Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
—¿Me van a hacer una foto? —preguntó Will en un mediocre intento de recurrir al
humor, tratando de dominar la voz para que no se le notara el miedo. Sin prestarle
ninguna atención, el styx hizo girar uno de los discos de la caja negra, como si
quisiera sintonizar una emisora de radio.
Will sintió miedo al darse cuenta de que en las cuencas oculares empezaba a notar
una desagradable presión que iba en aumento. Para aliviar la extraña tensión de las
sienes, abrió la boca como si bostezara en silencio. La sala empezó a oscurecerse,
como si el aparato se tragara toda la luz. Creyendo que se volvía ciego, Will
parpadeó varias veces y abrió los ojos cuanto pudo.
Podía distinguir tan sólo, con enorme dificultad, las siluetas de los dos styx
recortadas por la escasa luz que reflejaba la pared que tenían a su espalda.
Cobró conciencia de un incesante sonido como de palpitaciones, pero no sabía de
dónde provenía. A medida que ganaban intensidad las palpitaciones, empezaba a
sentir en la cabeza algo realmente extraño, como si vibraran dentro de ella cada
nervio y cada hueso: era como tener un avión volando justo por encima. Aquella
resonancia parecía originada por una bola de mil puntas en el centro del cerebro.
Entonces comenzó a sentir verdadero pánico, pero al no poder mover un músculo,
tampoco podía hacer nada para resistirse.
Conforme el styx manejaba los discos, la bola parecía desplazarse, descendiendo
poco a poco por su cuerpo hacia el pecho y luego rodeando el corazón,
suprimiéndole la respiración y haciéndole toser sin querer. Después se fue moviendo
dentro y fuera de su cuerpo, deteniéndose en ocasiones a corta distancia. Era como si
algo vivo entrara dentro de él en busca de alguna cosa. Volvió a desplazarse, y flotó
medio dentro, medio fuera de su cuerpo, en las inmediaciones de la nuca.
—¿Qué ocurre? —preguntó Will, intentando conservar algo de valor, pero no
hubo ninguna respuesta por parte de aquellas figuras cada vez más oscurecidas—.
No me dan miedo con todo esto, ¿saben?
Siguieron en silencio. El cerró los ojos por un segundo, pero cuando volvió a
abrirlos, se dio cuenta de que ni siquiera podía distinguir las siluetas de los styx, que
estaban ya inmersos en una total oscuridad. Forcejeó con sus ataduras.
—¿Te molesta la falta de luz? —preguntó el styx a la izquierda de él.
—No, ¿por qué me iba a molestar?
—¿Cómo te llamas? —Las palabras se clavaron en la cabeza de Will como un
cuchillo surgido en la oscuridad.
—Ya lo he dicho: Will. Will Burrows.
—¡Tu verdadero nombre! —Will hizo un gesto de dolor causado por la voz del
styx. Era como si cada palabra descargara en sus sienes una sacudida eléctrica.
—No sé lo que quiere decir —respondió apretando los dientes.
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