Roderick Gordon- Brian Williams Túneles
De pronto dejaron lo que estaban haciendo y se volvieron hacia Will.
— Estos caballeros son styx— le dijo el segundo agente—. Tienes que responder a todo lo que te pregunten.
— La silla— indicó el styx de la derecha, mirando a Will fijamente con sus ojos negros. Con una mano de dedos muy largos, apuntaba a la extraña silla situada entre la mesa y Will. Dominado por un sentimiento de aprensión, el chico no protestó cuando el agente le hizo sentarse. Desde el respaldo de la silla se elevaba una barra de metal ajustable. En la parte superior tenía una abrazadera acolchada que servía para sujetar firmemente la cabeza del ocupante. El agente ajustó la altura de la barra y después apretó la abrazadera contra las sienes de Will. Este intentó volver la cabeza para mirar al agente, pero la abrazadera no se lo permitía. Mientras el policía seguía asegurándolo a la silla, Will comprendió que no tenía más remedio que mirar directamente a los styx, que estaban colocados tras la mesa como curas avarientos.
El agente se inclinó. Con el rabillo del ojo, Will lo vio sacar algo de debajo de la silla. A continuación oyó el sonido de unas viejas correas de cuero y de unas grandes hebillas: le estaban atando cada muñeca al muslo correspondiente.
—¿ Por qué me atan?— se atrevió a preguntar Will.
— Para protegerte— dijo el agente mientras, agachándose, procedía a pasar más correas en torno a sus piernas, justo por debajo de las rodillas, asegurándolas a las patas de la silla. Después aseguró de manera similar los dos tobillos, apretando tanto que le dolían y le obligaban a retorcerse de incomodidad. Se dio cuenta de que eso agradaba a los styx. A continuación utilizó una correa de unos diez centímetros de ancho para sujetarle los brazos y el pecho al respaldo de la silla. Finalmente, el agente se levantó y esperó hasta que uno de los styx le hizo un gesto afirmativo con la cabeza, y dejó la sala cerrando la puerta detrás de sí.
A solas con ellos, aterrorizado como un animal al que los faros del coche impiden reaccionar, Will observó en silencio cómo uno de los styx sacaba una lámpara de aspecto extraño y la ponía en el centro de la mesa, enfocada hacia él. Tenía una base gruesa y un brazo corto y curvo coronado con una pantalla cónica muy abierta. En su centro había algo que se parecía a una bombilla de color morado oscuro. A Will le recordó una vieja lámpara de rayos ultravioleta que había visto en el museo de su padre. Junto a ella había una pequeña caja negra con discos e interruptores, y enchufaron en ella la lámpara por medio de un retorcido cable marrón. El pálido dedo del styx pulsó uno de los interruptores y la caja empezó a emitir un suave zumbido, que parecía una canción que la caja se cantaba a sí misma.
Un styx se separó de la mesa unos pasos mientras el otro seguía inclinado sobre la lámpara, manipulando los controles que tenía tras la pantalla. Haciendo un sonoro clic, la bombilla adquirió por un instante una tonalidad oscura de color naranja antes de volver a apagarse.
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