Roderick Gordon- Brian Williams
Túneles
Sin muchas contemplaciones, el agente los arrastró por las calles, que se iban llenando de gente que salía a la puerta y de los callejones para observar embobados a la desgraciada pareja de forasteros. Avanzando a rastras y a trompicones, cada vez que perdían el paso el enorme policía los ponía en pie tirando salvajemente de ellos. Parecía que en parte estaba actuando para la galería, haciendo alarde de la manera como manejaba la situación.
Aterrorizados, Will y Chester miraban a su alrededor con desesperación, buscando una oportunidad para huir, o tal vez que alguien acudiera a salvarlos. Pero era fácil comprender que no tenían ninguna posibilidad. Se iban hundiendo mas en las profundidades de la tierra, y no podían hacer nada para evitarlo.
Antes de que se dieran cuenta, doblaron una curva, y el túnel se abrió. Se quedaron mudos ante la vertiginosa confusión de puentes, acueductos y pasarelas que se entrecruzaban por encima de un entramado de calles y callejuelas adoquinadas, bordeadas de edificios.
Arrastrados por el policía a una velocidad imposible de seguir, la multitud se apiñaba para verlos, y sus rostros anchos revelaban curiosidad sin dejar de resultar imperturbables. Pero no todos los rostros eran como los de su captor o los de los hombres que los habían perseguido en Highfield, con la piel pálida y los ojos descoloridos. Si no hubiera sido por su anticuado atuendo, algunos habrían parecido completamente normales y podrían haber pasado desapercibidos en cualquier calle.
¡ Socorro, socorro!— gritaba Chester sin esperanza, volviendo a hacer esfuerzos para soltarse del policía. Pero Will casi no se daba cuenta. Le había llamado la atención un individuo alto y delgado que estaba situado junto a una farola, cuyo duro rostro surgía de un cuello blanco y un gabán largo y oscuro que reflejaba la luz como si fuera de piel curtida. Sobresalía de manera asombrosa entre la gente baja y rechoncha que tenía a su alrededor, y tenía los hombros curvados. Todo su ser emanaba maldad, y sus ojos oscuros no se apartaron de los de Will, que se estremeció de terror.
— Me parece que nos hemos metido en un problema de verdad, Chester— dijo incapaz de dejar de mirar al siniestro individuo, cuyos labios se retorcían en una sardónica sonrisa.
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