Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
Por muy tentador que resultara, decidieron posponer cualquier excavación para el
día siguiente, en que se encontrarían descansados y mejor preparados. Chester se fue
a su casa. Estaba mortalmente cansado, pero le llenaba de entusiasmo que el trabajo
hubiera rendido por fin su fruto. Indudablemente, ambos necesitaban dormir y, cosa
infrecuente, Will estuvo pensando incluso en darse un baño mientras colocaba los
estantes en su posición. Barrió el suelo como de costumbre, y subió por la escalera
como un sonámbulo.
Al pasar por delante de la puerta de Rebecca, ella lo llamó. El hizo una mueca y se
quedó tan quieto como una estatua.
—Will, sé que estás ahí.
Él suspiró y abrió la puerta. Rebecca estaba acostada en la cama, leyendo un libro.
—¿Qué pasa? —preguntó Will observando el dormitorio. Nunca dejaba de
asombrarle la limpieza y orden exasperantes que había siempre en él.
—Mamá ha dicho que quería hablar con nosotros.
—¿Cuándo?
—Dijo que en cuanto llegaras.
—¡No! ¿Tiene que ser ahora?
Al entrar en el salón, vieron a su madre colocada en su posición habitual. Sentada
en la butaca como una marioneta olvidada, respondió a las toses con las que Rebecca
le hacía ver que estaban allí levantando su cabeza adormilada.
—¡Ah... bien! —dijo adoptando una posición más normal y tirando al suelo, al
hacerlo, un par de mandos a distancia—. ¡Mierda! —exclamó.
Will y Rebecca se sentaron en el sofá mientras su madre hurgaba febrilmente entre
el montón de cintas de vídeo que tenía a los pies de su butaca. Al final encontró los
mandos y volvió a ponerlos en su sitio preciso en el brazo de la butaca. Del esfuerzo,
la cara se le puso colorada y se despeinó. A continuación, se aclaró la garganta y
empezó a hablar:
—Creo que ha llegado el momento de afrontar la posibilidad de que vuestro padre
no vuelva, lo que significa que tenemos que tomar algunas decisiones cruciales. —Se
interrumpió para mirar algo en la televisión: una modelo que llevaba un vestido de
noche con lentejuelas descubría una enorme «V» en el panel del concurso, en el que
ya se veían varias letras más. La señora Burrows murmuró para sí «El hombre
invisible» y volvió a mirar a Will y Rebecca—. El salario de vuestro padre dejó de
llegar hace unas semanas y, según me ha dicho Rebecca, ya no nos queda nada.
Will se volvió a su hermana, que se limitó a confirmar con un gesto de cabeza lo
que decía su madre, mientras ésta proseguía:
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