Roderick Gordon- Brian Williams
Túneles
— Se han agotado todos nuestros ahorros, y tenemos la hipoteca y otros gastos fijos. No podemos seguir llevando este tren de vida. Tenemos que adaptarnos a lo que tenemos.
—¿ Adaptarnos a lo que tenemos?— preguntó Rebecca.
— Eso me temo— dijo la madre con frialdad—. Por un tiempo no tendremos ingresos, así que tendremos que prescindir de lo que podamos, vender lo que se pueda, incluida la casa.
—¿ Qué?— dijo Rebecca.
— Y vosotros tendréis que ocuparos de ello. Yo estaré fuera un tiempo. Me han aconsejado que pase una temporada en un... bueno, una especie de hospital. Un lugar donde podré descansar para volver a ponerme en forma.
Al oír aquello, Will levantó las cejas, preguntándose a qué forma se referiría su madre, porque en su forma actual llevaba desde que él podía recordar. La madre prosiguió:
— Así que mientras yo estoy allí, vosotros tendréis que quedaros con vuestra tía Jean. Ya ha aceptado hacerse cargo de vosotros.
Will y Rebecca se miraron. Por la mente de Will pasó una avalancha de imágenes: el bloque de apartamentos en que vivía su tía Jean, con los espacios públicos repletos de bolsas de basura y pañales desechables, y los ascensores cubiertos de pintadas y con olor a orina; y en las calles, coches quemados, el incesante ruido de las motos de los pandilleros y los camellos, y los lamentables grupos de borrachos tirados en los bancos, peleándose y tragando latas enteras de alcohol de quemar.
—¡ De ninguna manera!— rugió de repente como si despertara de una pesadilla, sobresaltando a su hermana y haciendo que su madre se irguiera de repente, y volviera a tirar los mandos a distancia.
—¡ Maldita sea!— dijo la mujer, estirando el cuello para buscar dónde habían caído.
— No voy a vivir allí. No podría soportarlo ni un segundo. ¿ Y el colegio? ¿ Y mis amigos?— preguntó Will.
—¿ Qué amigos?— preguntó su madre fastidiada.
— No puedes pedirnos que vayamos allí, mamá— le apoyó Rebecca—. Ese sitio es horrible, apesta: es una pocilga.
— Y la tía Jean también apesta— añadió Will.
— Bueno, pero yo no puedo hacer nada. Necesito descansar. El médico me ha dicho que estoy muy estresada, así que no hay nada que discutir. Venderemos la casa y os quedaréis con la tía Jean hasta que...
—¿ Hasta que...? ¿ Hasta que empieces a trabajar?— preguntó Will.
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