Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
—Sí —repuso Will demasiado deprisa, porque intentaba prestar atención a Clarke
Júnior y, al mismo tiempo, mirar la puerta contra la que Chester seguía apoyado
como si su vida dependiera de ello.
—Una cliente muy buena —corroboró el invisible Clarke Mediano desde detrás
del mostrador, y un crujido de papeles acompañó sus palabras.
Clarke Júnior asintió y sonrió:
—Por supuestito. Y ahora tened la amabilidad de aguardarme aquí mientras os
traigo una cosita para tu madre y tu hermana.
Antes de que Will pudiera pronunciar palabra, Clarke Júnior había girado sobre
sus talones y con pasos de claque había puesto rumbo a la trastienda. Will aprovechó
la ocasión para mirar por el escaparate en busca de sus perseguidores, y retrocedió
de la sorpresa.
—¡Siguen ahí!
Los dos hombres estaban en la acera, uno enfrente de cada escaparate, mirando
hacia dentro por encima de los tenderetes de fruta y verdura. Fuera, ya había
oscurecido completamente y, a la luz que salía de la tienda, la cara les brillaba como
un fantasmal globo blanco. Todavía llevaban puestas las impenetrables gafas de sol,
y Will pudo fijarse en sus extraños tocados y en el brillo de cera de sus angulosos
sobretodos, con aquellas raras esclavinas que les cubrían los hombros. El rostro
inclinado, de grandes facciones, y la boca apretada parecían inflexibles y brutales.
Chester dijo con voz queda pero tensa:
—Vamos a pedirles que llamen a la policía.
E hizo un gesto con la cabeza hacia el mostrador, donde se oía refunfuñar a Clarke
Mediano mientras hacía sonar con tal fuerza la grapadora que parecía un martillo
neumático.
Justo entonces, Clarke Júnior volvía como una mariposa, llevando una cesta llena
con impresionantes muestras de fruta y un lazo rosa en el asa. Se la ofreció a Will con
ambas manos en un gesto digno de un tenor de ópera.
—Para tu madre y tu hermana y, por supuesto, para ti, muchacho. Un regalito de
mí y del viejales que está ahí, en señal de nuestro apoyo en los duros momentos por
los que estáis pasando.
—Mejor ser un viejales que un presuntuoso —dijo la voz apagada de Clarke
Mediano.
Señalando a los escaparates, Will se dispuso a explicar algo sobre los misteriosos
hombres.
—Ha pasado el peligro —dijo Chester en voz alta.
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