Trump en la Casa Blanca suplemento DONALD TRUMP 1 año | Seite 16

16 guerra de Vietnam. Esa fractura constituye, de momento, su principal legado y la sima por la que previsiblemente emergerá su némesis. Otro efecto es interno. La Casa Blanca, según las reconstrucciones periodísticas, se ha vuelto una olla a presión. Hombre criado en la búsqueda de la rentabilidad inmediata, devora a sus colaboradores. Les grita en las reuniones y aquellos que presentan tara, los elimina. El consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn; el jefe de gabinete, Reince Priebus; el portavoz, Sean Spicer; el director de Comunicaciones, Anthony Scaramucci; el estratega jefe, Steve Bannon, han sucumbido en este vertiginoso año. Y otros tan poderosos como el fiscal general, Jeff Sessions, y el secretario de Estado, Rex Tillerson, bailan en la cuerda floja y han sido despreciados públicamente por el presidente. Bajo su égida, solo están a salvo un puñado de generales (Trump siente pasión por los entorchados), su hija mayor, Ivanka, y su yerno, Jared Kushner. El resto sabe que en cualquier momento puede caer. Y el motivo puede ser inconfesable. Al diplomático John Bolton, según el polémico libro Fuego y Furia del periodista Michael Wolff, lo rechazó para el puesto de consejero de Seguridad porque le desagradaba su bigote, y a sus colaboradores más próximos les despreciaba abiertamente: de Priebus odiaba que fuera tan bajo, de Spicer y Bannon su forma de vestir, de la consejera Kellyanne Conway sus “constantes lloriqueos” y del propio Kushner su empalagosa adulación. “Más tarde o más temprano, todo el que está con Trump acabará viendo un lado suyo que le hará preguntarse por qué escogió trabajar con él”, han escrito en el jugoso Deja a Trump ser Trump dos antiguos (y despedidos) asesores de campaña, Corey Lewandowski y David Bossie.