tradiciones y costumbres | Page 8
capas de pizarra: esto llaman esquistos... ¿Oye usted cómo canta el sapo? Ya estamos cerca de la
boca. Allí se pone ese holgazán todas las noches. Le conozco; tiene una voz ronca y pausada.
-¿Quién, el sapo?
-Sí, señor. Ya nos acercamos al fin.
-En efecto; allá veo como un ojo que nos mira. Es la claridad de la boca.
Cuando salieron, el primer accidente que hirió los sentidos del doctor, fue el canto
melancólico que había oído antes. Oyolo también el ciego; volviose bruscamente y dijo
sonriendo con placer y orgullo:
-¿La oye usted?
En vez de contestar, el ciego se detuvo, y dando al viento la voz con toda la fuerza de sus
pulmones, gritó:
-¡Nela!... ¡Nela!
Marianela
-Antes oí esa voz y me agradó sobremanera. ¿Quién es la que canta?...
Ecos sonorosos, próximos los unos, lejanos otros, repitieron aquel nombre.
El ciego, poniéndose las manos en la boca en forma de bocina, gritó:
-No vengas, que voy allá. ¡Espérame en la herrería... en la herrería!
Después, volviéndose al doctor, le dijo:
-La Nela es una muchacha que me acompaña; es mi lazarillo. Al anochecer volvíamos juntos
del prado grande... hacía un poco de fresco. Como mi padre me ha prohibido que ande de noche
sin abrigo, metime en la cabaña de Romolinos, y la Nela corrió a mi casa a buscarme el gabán. Al
poco rato de estar en la cabaña, acordeme de que un amigo había quedado en esperarme en
casa; no tuve paciencia para aguardar a la Nela, y salí con Choto. Pasaba por la Terrible, cuando
le encontré a usted... Pronto llegaremos a la herrería. Allí nos separaremos, porque mi padre se
enoja cuando entro tarde en casa, y ella le acompañará a usted hasta las oficinas.
-Muchas gracias, amigo mío.
7
El túnel les había conducido a un segundo espacio más singular que el anterior. Era una
profunda grieta abierta en el terreno, a semejanza de las que resultan de un cataclismo; pero no
había sido abierta por las palpitaciones fogosas del planeta, sino por el laborioso azadón del
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