tradiciones y costumbres | Page 61

Marianela -De modo que todo queda reducido a una simple catarata congénita -dijo el patriarca con afán. -¡Oh, no, señor; si fuera eso sólo, seríamos felices! Bastaba decretar la cesantía de ese funcionario que tan mal cumple su obligación... Le mandan que dé paso a la luz, y en vez de hacerlo, se congestiona, se altera, se endurece, se vuelve opaco como una pared. Hay algo más, Sr. D. Francisco. El iris tiene fisura. La pupila necesita que pongamos la mano en ella. Pero de todo eso me río yo, si cuando tome posesión de ese ojo por tanto tiempo dormido, entro en él y encuentro la coroides y la retina en buen estado. Si por el contrario después que aparte el cristalino, entro con la luz en mi nuevo palacio recién conquistado, y me encuentro con una amaurosis total... Si fuera incompleta, habríamos ganado mucho; pero si es general... Contra la muerte del aparato nervioso de la visión no podemos nada. Nos está prohibido meternos en las honduras de la vida... ¿Qué hemos de hacer? Paciencia. El caso presente ha llamado extraordinariamente mi atención: hay síntomas de que los aposentos interiores no están mal. Su Majestad la retina se halla quizás dispuesta a recibir los rayos lumínicos que se le quieran presentar. Su Alteza el humor vítreo probablemente no tendrá novedad. Si la larguísima falta de ejercicio en sus funciones le ha producido algo de glaucoma... una especie de tristeza... ya trataremos de arreglarle. Todo estará muy bien allá en la cámara regia... Pero pienso otra cosa. La fisura y la catarata permiten comúnmente que entre un poco de claridad, y nuestro ciego no percibe claridad alguna. Esto me ha hecho cavilar... Verdad es que las capas corticales están muy opacas... los obstáculos que halla la luz son muy fuertes... Allá veremos, D. Francisco. ¿Tiene usted valor? -¿Valor? ¡Que si tengo valor! -exclamó don Francisco con cierto énfasis. -Se necesita mucho valor para afrontar el caso siguiente... -¿Cuál? -Que su hijo de usted sufra una operación dolorosa, y después se quede tan ciego como antes... Yo dije a usted: «La imposibilidad no está demostrada, ¿hago la operación?» -Y yo respondí, y ahora respondo: «Hágase la operación, y cúmplase la voluntad de Dios. Adelante.» -¡Adelante! Ha pronunciado usted mi palabra. Levantose D. Francisco y estrechó entre sus dos manos la de Teodoro, tan parecida a la zarpa de un león. 60 -En este clima la operación puede hacerse en los primeros días de Octubre -dijo Golfín-. Mañana fijaremos el tratamiento a que debe sujetarse el paciente... Y nos vamos, que se siente fresco en estas alturas. © RinconCastellano 1997 – 2011  www.rinconcastellano.com