tradiciones y costumbres | Page 59
observaciones más agudas con una mezcla de candor que me hace reír. Afirma y sostiene
grandes absurdos, y vaya usted a contradecirle... Temo mucho que se me vuelva maniático; que
se desquicie su cerebro... ¡Si viera usted cuán triste y caviloso se me pone a veces!... Y coge un
tema, y dale que le darás, no lo suelta en una semana. Hace días que no sale de un tema tan
gracioso como original. Ha dado en sostener que la Nela es bonita.
Oyéronse risas, y la Nela se quedó como púrpura.
-¡Que la Nela es bonita! -exclamó Teodoro cariñosamente-. Pues sí que lo es.
-Ya lo creo, y ahora que tiene su bigote blanco -dijo Sofía.
-Pues sí que es guapa -repitió Teodoro, tomándole la cara-. Sofía, dame tu pañuelo... Vamos,
fuera ese bigote.
Marianela
Teodoro devolvió a Sofía su pañuelo después de afeitar a la Nela. Díjole a esta D. Francisco
que fuese a acompañar al ciego, y cojeando entró en la casa.
-Y cuando le contradigo -añadió el señor de Aldeacorba- mi hijo me contesta que el don de la
vista quizás altere en mí ¡qué disparate más gracioso!, la verdad de las cosas.
-No le contradiga usted y suspenda por ahora absolutamente las lecturas. Durante algunos
días ha de adoptar un régimen de tranquilidad absoluta. Hay que tratar al cerebro con grandes
miramientos antes de emprender una operación de esta clase.
-Si Dios quiere que mi hijo vea -dijo el señor de Penáguilas con fervor- le tendré a usted por
el más grande, por el más benéfico de los hombres. La oscuridad de sus ojos es la oscuridad de
mi vida: esa sombra negra ha hecho tristes mis días, entenebreciéndome el bienestar material
que poseo. Soy rico: ¿de qué me sirven mis riquezas? Nada de lo que él no pueda ver es
agradable para mí. Hace un mes he recibido la noticia de haber heredado una gran fortuna... ya
sabe usted, Sr. D. Carlos, que mi primo Faustino ha muerto en Matamoros. No tiene hijos; le
heredamos mi hermano Manuel y yo... Esto es echar margaritas a puercos, y no lo digo por mi
hermano, que tiene una hija preciosa ya casadera; dígolo por este miserable que no puede hacer
disfrutar a su único hijo las delicias honradas de una buena posición.
Siguió a estas palabras un largo silencio, sólo interrumpido por el cariñoso mugido de las
vacas en el cercano establo.
58
-Para él -añadió el patriarca de Aldeacorba con profunda tristeza- no existe el goce del
trabajo, que es el primero de todos los goces. No conociendo las bellezas de la Naturaleza, ¿qué
significan para él la amenidad del campo ni las delicias de la agricultura? Yo no sé cómo Dios ha
podido privar a un ser humano de admirar una res gorda, un árbol cuajado de peras, un prado
verde, y de ver apilados los frutos de la tierra y de repartir su jornal a los trabajadores y de leer
© RinconCastellano 1997 – 2011 www.rinconcastellano.com