tradiciones y costumbres | Page 58
Sacaron los vasos de leche blanca, espumosa, tibia, rebosando de los bordes con hirviente
oleada. Ofreció Penáguilas el primero a Sofía, y los caballeros se apoderaron de los otros dos.
Teodoro Golfín dio el suyo a la Nela, que abrumada de vergüenza se negaba a tomarlo.
-Vamos, mujer -dijo Sofía- no seas mal criada: toma lo que te dan.
-Otro vaso para el Sr. D. Teodoro -dijo D. Francisco al criado.
Oyose enseguida el rumorcillo de los menudos chorros que salían de la estrujada ubre.
Acomodose D. Francisco en un banco que a la mano tenía. Teodoro, Carlos y Sofía se habían
sentado en sillas traídas de la casa, y la Nela continuaba en el banco de piedra. La leche que
acababa de tomar le había dejado un bigotillo bla nco en su labio superior.
-Pues decía, Sr. D. Teodoro, que hace días me tiene inquieto el estado de exaltación en que
se halla mi hijo: yo lo atribuyo a la esperanza que le hemos dado... Pero hay más, hay más. Ya
sabe usted que acostumbro leerle diversos libros. Creo que ha enardecido demasiado su
pensamiento con mis lecturas, y que se ha desarrollado en él una cantidad de ideas superior a la
capacidad del cerebro de un hombre que no ve. No sé si me explico bien.
Marianela
-Y tendrá la apreciación justa de todas las cosas -dijo D. Francisco, repitiendo esta frase del
doctor, la cual había hecho no poca impresión en su espíritu-. Ha dicho usted, señor D. Teodoro,
una cosa admirable. Y ya que de esto hablamos, quiero confiarle las inquietudes que hace días
tengo. Sentareme también.
-Perfectamente.
-Sus cavilaciones no acaban nunca. Yo me asombro de oírle y del meollo y agudeza de sus
discursos. Creo que su sabiduría está llena de mil errores por la falta de método y por el
desconocimiento del mundo visible.
-No puede ser de otra manera.
-Pero lo más raro es que, arrastrado por su imaginación potente, la cual es como un Hércules
atado con cadenas dentro de un calabozo y que forcejea por romper hierros y muros...
-Muy bien, muy bien dicho.
-Su imaginación, digo, no puede contenerse en la oscuridad de sus sentidos, y viene a este
nuestro mundo de luz y quiere suplir con sus atrevidas creaciones la falta de sentido de la vista.
Pablo posee un espíritu de indagación asombroso; pero este espíritu de investigación es un
valiente pájaro con las alas rotas. Hace días que está delirante, no duerme, y su afán de saber
raya en locura. Quiere que a todas horas le lea libros nuevos, y a cada pausa hace las
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