tradiciones y costumbres | Page 57
-Ya la están ordeñando -dijo antes de saludarles-. Supongo que todos tomarán leche. ¿Cómo
va ese valor, doña Sofía?... ¿Y usted, D. Teodoro?... ¡Buena carga se ha echado a cuestas! ¿Qué
tiene María Canela?... una patita mala. ¿De cuándo acá gastamos esos mimos?
Entraron todos en el patio de la casa. Oíanse los graves mugidos de las vacas que acababan
de entrar en el establo, y este rumor, unido al grato aroma campesino del heno que los mozos
subían al pajar, recreaba dulcemente los sentidos y el ánimo.
El médico sentó a la Nela en un banco de piedra en un banco de piedra, y ella, paralizada por
el respeto, no se atrevía a hacer movimiento alguno y miraba a su bienhechor con asombro.
Marianela
-¿En dónde está Pablo? -preguntó el ingeniero.
-Acaba de bajar a la huerta -replicó el señor de Penáguilas, ofreciendo una rústica silla a
Sofía-. Mira, Nela, ve y acompáñale.
-No, no quiero que ande todavía -objetó Teodoro, deteniéndola-. Además va a tomar leche
con nosotros.
-¿No quiere usted ver a mi hijo esta tarde? -preguntó el señor de Penáguilas.
-Con el examen de ayer me basta -replicó Golfín-. Puede hacerse la operación.
-¿Con éxito?
56
-¡Ah! ¡Con éxito!... eso no se puede decir. ¡Cuán gran placer sería para mí dar la vista a quien
tanto la merece! Su hijo de usted posee una inteligencia de primer orden, una fantasía superior,
una bondad exquisita. Su absoluto desconocimiento del mundo visible hace resaltar más
aquellas grandiosas cualidades... se nos presentan solas, admirablemente sencillas, con todo el
candor y el encanto de las grandes creaciones de la Naturaleza, donde no ha entrado el arte de
los hombres. En él todo es idealismo, un idealismo grandioso, enormemente bello. Es como un
yacimiento colosal, como el mármol en las canteras... No conoce la realidad... vive la vida
interior, la vida de ilusión pura... ¡Oh! ¡Si pudiéramos darle vista!... A veces me digo: «si al darle
la vista le convertiremos de ángel en hombre...» Problema y duda tenemos aquí... Pero
hagámosle hombre; ese es el deber de la ciencia; traigámosle del mundo de las ilusiones a la
esfera de la realidad, y entonces, dado su poderoso pensar, será verdaderamente inteligente y
discreto; entonces sus ideas serán exactas y tendrá el don precioso de apreciar en su verdadero
valor todas las cosas.
© RinconCastellano 1997 – 2011 www.rinconcastellano.com