tradiciones y costumbres | Page 5
-Choto, Choto, ven aquí.
-¡Eh! -gritó el viajero-. Buen amigo, muchacho de todos los demonios, o lo que quiera que
seas, sujeta pronto ese perro, que yo soy hombre de paz!
-¡Choto, Choto!
Golfín vio que se le acercaba un perro negro y grande; mas el animal, después de gruñir
junto a él, retrocedió llamado por su amo. En tal punto y momento, el viajero pudo distinguir
una figura, un hombre, que inmóvil y sin expresión, cual muñeco de piedra, estaba en pie a
distancia como de diez varas más abajo de él, en una vereda trasversal que aparecía
irregularmente trazada por todo lo largo del talud. Este sendero y la humana figura detenida en
él llamaron vivamente la atención de Golfín, que dirigiendo gozosa mirada al cielo, exclamó:
Marianela
-¡Gracias a Dios!, al fin salió esa loca. Ya podemos saber dónde estamos. No sospechaba yo
que tan cerca de mí existiera esta senda... Pero si es un camino... ¡Hola!, amiguito, ¿puede usted
decirme si estoy en las minas de Socartes?
-Sí, señor, estas son las minas de Socartes, aunque estamos un poco lejos del
establecimiento.
La voz que esto decía era juvenil y agradable, y resonaba con las simpáticas inflexiones que
indican una disposición a prestar servicios con buena voluntad y cortesía. Mucho gustó al doctor
oírla, y más aún observar la dulce claridad que, difundiéndose por los espacios antes oscuros,
hacía revivir cielo y tierra, cual si se los sacara de la nada.
-Fiat lux -dijo descendiendo-. Me parece que acabo de salir del caos primitivo. Ya estamos en
la realidad... Bien, amiguito, doy a usted gracias por las noticias que me ha dado y las que aún ha
de darme... Salí de Villamojada al ponerse el sol. Dijéronme que adelante, siempre adelante...
-¿Va usted al establecimiento? -preguntó el misterioso joven, permaneciendo inmóvil y
rígido, sin mirar al doctor, que ya estaba cerca.
-Sí, señor; pero sin duda equivoqué el camino.
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-Esta no es la entrada de las minas. La entrada es por la pasadera de Rabagones, donde está
el camino y el ferro-carril en construcción. Por allá hubiera usted llegado en diez minutos al
establecimiento. Por aquí tar daremos más, porque hay bastante distancia y muy mal camino.
Estamos en la última zona de explotación, y hemos de atravesar algunas galerías y túneles, bajar
escaleras, pasar trincheras, remontar taludes, descender el plano inclinado; en fin, recorrer
todas las minas de Socartes desde un extremo, que es este, hasta el otro extremo, donde están
los talleres, los hornos, las máquinas, el laboratorio y las oficinas.
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