tradiciones y costumbres | Page 18
-Sí, señor, ya llegamos. Aquellos son los hornos de la calcinación, que arden día y noche.
Aquí enfrente están las máquinas de lavado, que no trabajan sino de día; a mano derecha está el
taller de composturas y allá abajo, a lo último de todo, las oficinas.
En efecto; el lugar aparecía a los ojos de Golfín como lo describía Marianela. Esparciéndose
el humo por falta de aire, envolvía en una como gasa oscura y sucia todos los edificios, cuyas
masas negras señalábanse confusa y fantásticamente sobre el cielo iluminado por la luna.
-Más hermoso es esto para verlo una vez que para vivir aquí -indicó Golfín apresurando el
paso-. La nube de humo lo envuelve todo, y las luces forman un disco borroso, como el de la
luna en noches de bochorno. ¿En dónde están las oficinas?
-Allá: ya pronto llegamos.
-Música tenemos. Conozco las manos de mi cuñada.
-Es la señorita Sofía, que toca -afirmó María.
Marianela
Después de pasar por delante de los hornos, cuyo calor obligole a apretar el paso, el doctor
vio un edificio tan negro y ahumado como todos los demás. Verlo y sentir los gratos sonidos de
un piano teclado con verdadero frenesí musical, fue todo uno.
Claridad de alegres habitaciones lucía en los huecos, y el balcón principal estaba abierto.
Veíase en él una pequeña ascua: era la lumbre de un cigarro. Antes que el doctor llegase, aquella
ascua cayó, describiendo una perpendicular y dividiéndose en menudas y saltonas chispas; era
que el fumador había arrojado la colilla.
-Allí está el fumador sempiterno -gritó el doctor con acento del más vivo cariño-. ¡Carlos,
Carlos!
-¡Teodoro! -contestó una voz en el balcón.
Calló el piano, como un ave cantora que se asusta del ruido. Sonaron pasos en la casa. El
doctor dio una moneda de plata a su guía y corrió hacia la puerta.
Menudeando el paso y saltando sobre los obstáculos que hallaba en su camino, la Nela se
dirigió a la casa que está detrás de los talleres de maquinaria y junto a las cuadras donde
rumiaban pausada y gravemente las sesenta mulas del establecimiento. Era la morada del señor
Centeno de moderna construcción, si bien nada elegante ni aun cómoda. Baja de techo,
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