tradiciones y costumbres | Page 118
¡Cosa rara, inaudita! La Nela que nunca había tenido cama, ni ropa, ni zapatos, ni sustento,
ni consideración, ni familia, ni nada propio, ni siquiera nombre, tuvo un magnífico sepulcro que
causó no pocas envidias entre los vivos de Socartes. Esta magnificencia póstuma fue la más
grande ironía que se ha visto en aquellas tierras calaminíferas. La señorita Florentina,
consecuente con sus sentimientos generosos, quiso atenuar la pena de no haber podido
socorrer en vida a la Nela, con la satisfacción de honrar sus pobres despojos después de la
muerte. Algún positivista empedernido, criticona por esto; pero nosotros vemos en tan
desusado hecho una prueba más de la delicadeza de su alma.
Los funerales se celebraron con pompa, y los clérigos de Villamojada abrieron tamaña boca
al ver que se les daba dinero por echar responsos a la hija de la Canela. Era estupendo,
fenomenal que un ser cuya importancia social había sido casi casi semejante a la de los insectos,
fuera causa de encender muchas luces, de tender muchos paños y de poner roncos a sochantres
y sacristanes. Esto, a fuerza de ser extraño, rayaba en lo chistoso. No se habló de otra cosa en
seis meses.
Marianela
Cuando la enterraron, los curiosos que fueron a verla ¡esto sí que es inaudito y raro! la
encontraron casi bonita; al menos así lo decían. Fue la única vez que recibió adulaciones.
La sorpresa y... dígase de una vez, la indignación de aquellas buenas muchedumbres llegaron
a su colmo cuando vieron que por el camino adelante venían dos carros cargados con enormes
piezas de piedra blanca y fina. ¡Ah! En el entendimiento de la Señana se verificaba una
espantosa confusión de ideas, un verdadero cataclismo intelectual, un caos, al considerar que
aquellas piedras blancas y finas eran el sepulcro de la Nela. Si ante la Señana volara un buey o
discurriera su marido, ya no le llamaría la atención.
Revolvieron los libros parroquiales de Villamojada, porque era preciso que después de
muerta tuviera un nombre fijo la que se había pasado sin él en vida, como lo prueba esta misma
historia, donde se la nombra de distintos modos. Hallado aquel requisito indispensable para
figurar en los archivos de la muerte, la magnífica piedra sepulcral que se ostentaba orgullosa en
medio de las rústicas cruces del cementerio de Aldeacorba tenía grabados estos renglones:
R. I. P.
MARÍA MANUELA TÉLLEZ
RECLAMOLA EL CIELO
EN 12 DE OCTUBRE DE 186...
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Una guirnalda de flores primorosamente tallada en el mármol coronaba esta inscripción.
Algunos meses después, cuando ya Florentina y Pablo Penáguilas se habían casado y cuando
(dígase la verdad, porque la verdad es antes que todo)... cuando nadie en Aldeacorba de Suso se
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