tradiciones y costumbres | Page 109

semejante a la que los pueblos asiáticos tienen del saber europeo, y si no me entiende usted bien, querida Florentina, más adelante se lo explicaré mejor... Marianela »Pero ella está hecha para realizar en poco tiempo grandes progresos y ponerse al nivel de nosotros. Alúmbresele un poco y recorrerá con paso gigantesco los siglos... está muy atrasada, ve poco; pero teniendo luz andará. Esa luz no se la ha dado nadie hasta ahora, porque Pablo Penáguilas, por su ignorancia de la realidad visible, contribuía sin quererlo a aumentar sus errores. Ese idealista exagerado y loco no es el mejor maestro para un espíritu de esta clase. Nosotros enseñaremos la verdad a esta pobre criatura, resucitado ejemplar de otros siglos; le haremos conocer las dotes del alma; la traeremos a nuestro siglo; daremos a su espíritu una fuerza que no tiene; sustituiremos su naturalismo y sus rudas supersticiones con una noble conciencia cristiana. Aquí tenemos un admirable campo, una naturaleza primitiva, en la cual ensayaremos la enseñanza de los siglos; haremos rodar el tiempo sobre ella con las múltiples verdades descubiertas; crearemos un nuevo ser, porque esto, querida Florentina (no lo interprete usted mal), es lo mismo que crear un nuevo ser, y si usted no lo entiende, en otra ocasión se lo explicaré mejor.» Florentina, a pesar de no ser sabihonda, algo creyó entender de lo que en su original estilo había dicho Golfín. También ella iba a hacer sus observaciones sobre aquel tema; pero en el mismo instante despertó la Nela. Sus ojos se revolvie ron temerosos observando toda la estancia, después se fijaron alternativamente en las dos personas que la contemplaban. -¿Nos tienes miedo? -le dijo Florentina dulcemente. -No señora, miedo no -balbució la Nela-. Usted es muy buena. El Sr. D. Teodoro también. -¿No estás contenta aquí? ¿Qué temes? Golfín le tomó una mano. -Háblanos con franqueza -le dijo- ¿a cuál de los dos quieres más, a Florentina o a mí? La Nela no contestó. Florentina y Golfín sonreían; pero ella guardaba una seriedad taciturna. -Oye una cosa, tontuela -prosiguió el médico-. Ahora has de vivir con uno de nosotros. Florentina se queda aquí, yo me marcho. Decídete por uno de los dos. ¿A cuál escoges? Marianela dirigió sus miradas de uno a otro semblante, sin dar contestación categórica. Por último se detuvieron en el rostro de Golfín. 108 -Se me figura que soy yo el preferido... Es una injusticia, Nela; Florentina se va a enojar. © RinconCastellano 1997 – 2011  www.rinconcastellano.com