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La especialización que acompaña el proceso de industrialización ha penetrado
incluso al ámbito de las relaciones sociales. Cada generación tiende a relacionarse
con otros de similar edad, y principalmente fuera del hogar, lo que se traduce en un
sentimiento de independencia que lleva como contrapartida la ruptura de la
solidaridad entre las generaciones.
En consecuencia, cuando el Adulto Mayor ya no puede
mantenerse
independientemente, cuando necesita ser cuidado, al no ser parte integrada de un
grupo de parentesco, su agregación a una familia nuclear pasa, en mayor o menor
medida a ser una carga e incluso un estorbo.
El que los Adultos Mayores se relacionen con gente de similar edad en las
distintas organizaciones en las que la Tercera edad participa, los ayuda a compartir
sus experiencias de vida con personas que sí los quieren escuchar, personas de similar
edad que sí están interesados en compartir sus experiencias, que comparten el interés
por temas como la religiosidad, el temor a la muerte, las crisis por pérdida de
personas cercanas y significativas, el nido vacío, etc. Es importante, por tanto, que a
los Adultos Mayores se les incentive a organizarse y participar, esto los favorece a
ellos mismos.
D)
Imagen negativa del Adulto Mayor:
En este contexto (Sociedad contemporánea), el Adulto Mayor no cumple
funciones productivas, luego es inútil y sin valor. Se queda atrás, es anticuado y
menospreciado. No tiene ya nada que ofrecer y se le descarta a un plano inferior.
Además, cuando el viejo ya no puede valerse por sí mismo y pasa a depender de
otros, se le considera una carga, y se piensa que “su cuidado es casi un desperdicio
de los escasos recursos de que dispone la sociedad”.126 Los rasgos de esta imagen se
imputan socialmente a todos y cada uno de los Adultos Mayores. Resultan lógicas,
entonces, las actitudes de rechazo, desprecio y abandono que se tienen hacia los
viejos.
126
Barros, C.; 1979. Pp. 20 - 21