Tom Sawyer
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Mark Twain
-Ponte el sombrero y di que vas a casa; cuando llegues a la esquina con las otras,
te escabulles y das la vuelta por la calleja y vienes. Yo voy por el otro camino y haré
lo mismo.
Así, cada uno de ellos se fue con un grupo de escolares distinto. Pocos momentos
después los dos se reunieron al final de la calleja, y cuando volvieron a la escuela se
hallaron dueños y señores de ella. Se sentaron juntos, con la pizarra delante, y Tom
dio a Becky el lápiz y le llevó la mano guiándosela, y así crearon otra casa
sorprendente. Cuando empezó a debilitarse su interés en el arte, empezaron a
charlar.
-¿Te gustan las ratas? -preguntó Tom.
-Las aborrezco.
-Bien; también yo... cuando están vivas. Pero quiero decir las muertas, para
hacerlas dar vueltas por encima de la cabeza con un piolín.
-No; me gustan poco las ratas, de todos modos. Lo que a mí me gusta es masticar
goma.
-¡Ya lo creo! ¡Ojalá tuviera!
-¿De veras? Yo tengo un poco. Te dejaré masticar un rato, pero tienes que
devolvérmela.
Así se convino, masticaron por turnos, balanceando las piernas desde el banco de
puro gozosos.
-¿Has visto alguna vez el circo? -dijo Tom.
-Sí, y mi papá me va a llevar otra vez si soy buena.
Yo lo he visto tres o cuatro veces..., una barbaridad de veces. La iglesia no vale
nada comparada con el circo: en el circo siempre está pasando algo. Yo voy a ser
clown cuando sea grande.
-¿De verdad? ¡Qué bien! Me gustan tanto, todos llenos de pintura.
Y ganan montones de dinero..., casi un dólar por día; me lo ha dicho Ben Rogers.
Di, Becky, ¿has estado alguna vez comprometida?
-¿Qué es eso?
-Pues comprometida para casarse.
-No.
-¿Te gustaría?
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Preparado por Patricio Barros