Tom Sawyer
www.librosmaravillosos.com
Mark Twain
sufrimiento, que la reprodujo una y otra vez en su magín y la volvía a imaginar con
nuevos y variados aspectos, hasta dejarla gastada y pelada por el uso. Al fin se
levantó dando un suspiro, y partió entre las sombras. Serían las nueve y media o
las diez cuando vino a dar a la calle ya desierta, donde vivía la amada desconocida.
Se detuvo un momento: ningún ruido llegó a sus oídos; una bujía proyectaba un
mortecino resplandor sobre la cortina de una ventana del piso alto. ¿Estaba ella allí?
Trepó por la valla, marchó con cauteloso paso, por entre las plantas, hasta llegar
bajo la ventana; miró hacia arriba largo rato, emocionado; después se echó en el
suelo, tendiéndose de espaldas, con las manos cruzadas sobre el pecho y en ellas la
pobre flor marchita.
Y así quisiera morir..., abandonado de todos, sin cobijo sobre su cabeza, sin una
mano querida que enjugase el sudor de su frente, sin una cara amiga que se
inclinase sobre él, compasiva, en el trance final. Y así lo vería ella cuando se
asomase a mirar la alegría de la mañana..., y, ¡ay! ¿Dejaría caer una lágrima sobre
el pobre cuerpo inmóvil, lanzaría un suspiro al ver una vida juvenil tan
intempestivamente tronchada? La ventana se abrió; la voz áspera de una criada
profanó el augusto silencio, y un diluvio de agua dejó empapados los restos del
mártir tendido en tierra.
23
Preparado por Patricio Barros