TOM SOWYER Tom Sawyer - Mark Twain | Page 21

Tom Sawyer www.librosmaravillosos.com Mark Twain Volvió en seguida y rondó en torno de la valla hasta la noche «presumiendo» como antes; pero la niña no se dejó ver, y Tom se consoló pensando que quizá se habría acercado a alguna ventana y habría visto sus homenajes. Al fin se fue a su casa, de mala gana, con la cabeza llena de ilusiones. Durante la cena estaba tan inquieto y alborotado, que su tía se preguntaba «qué es lo que le pasaría a ese chico». Sufrió una buena reprimenda por el apedreamiento, y no le importó ni un comino. Trató de robar azúcar, y recibió un golpe en los nudillos. -Tía -dijo-, a Sid no le pegas cuando la coge. -No; pero no la atormenta a una como me atormentas tú. No quitarías mano al azúcar si no te estuviera mirando. A poco se metió la tía en la cocina, y Sid, glorioso de su inmunidad, alargó la mano hacia el azucarero, lo cual era alarde afrentoso para Tom, a duras penas soportable. Pero a Sid se le escurrieron los dedos y el azucarero cayó y se hizo pedazos. Tom se quedó en suspenso, en un rapto de alegría; tan enajenado, que pudo contener la lengua y guardar silencio. Pensaba que no diría palabra, ni siquiera cuando entrase su tía, sino que seguiría sentado y quedo hasta que ella preguntase quién había hecho el estropicio; entonces se lo diría, y no habría cosa más gustosa en el mundo que ver al «modelo» atrapado. Tan entusiasmado estaba que apenas se pudo contener cuando volvió la anciana y se detuvo ante las ruinas lanzando relámpagos de cólera por encima de los lentes. « ¡Ahora se arma!» -pensó Tom. Y en el mismo instante estaba despatarrado en el suelo. La recia mano vengativa estaba levantada en el aire para repetir el golpe, cuando Tom gritó: -¡Quieta! ¿Por qué me zurra? ¡Sid es el que lo ha roto! Tía Polly se detuvo perpleja, y Tom esperaba una reparadora compasión. Pero cuando ella recobró la palabra, se limitó a decir: -¡Vaya! No te habrá venido de más una tunda, se me figura. De seguro que habrás estado haciendo alguna otra trastada mientras yo no estaba aquí. Después le remordió la conciencia, y ansiaba decir algo tierno y cariñoso; pero pensó que esto se interpretaría como una confesión de haber obrado mal y la disciplina no se lo permitió; prosiguió, pues, sus quehaceres con un peso sobre el corazón. Tom, sombrío y enfurruñado, se agazapó en un rincón, y exageró, 21 Preparado por Patricio Barros