Tom Sawyer
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Mark Twain
Tom sacó una cosa del bolsillo.
-¿Te acuerdas de esto? -dijo.
Becky casi se sonrió.
-Es nuestro pastel de bodas, Tom.
-Sí, y más valía que fuera tan grande como una barrica, porque esto es todo lo que
tenemos.
-Lo separé de la merienda para que jugásemos con él... como la gente mayor hace
con el pastel de bodas... Pero va a ser...
Dejó sin acabar la frase. Tom se hizo dos partes del pastel y Becky comió con
apetito la suya, mientras Tom no hizo más que mordisquear la que le tocó. No les
faltó agua fresca para completar el festín. Después indicó Becky que debían ponerse
en marcha. Tom guardó silencio un rato, y al cabo dijo:
-Becky, ¿tienes valor para que te diga una cosa? La niña palideció pero dijo que sí,
que se la dijera.
-Bueno; pues entonces oye: tenemos que quedarnos aquí, donde hay agua para
beber. Ese cabito es lo único que nos queda de las velas.
Becky dio rienda suelta al llanto y a las lamentaciones. Él hizo cuanto pudo para
consolarla, pero fue en vano.
-Tom -dijo después de un rato-, ¡nos echarán de menos y nos buscarán!
-Seguro que sí. Claro que nos buscarán.
-¿Nos estarán buscando ya?
-Me parece que sí. Espero que así sea.
-¿Cuando nos echarán de menos, Tom?
-Puede ser que cuando vuelvan a la barca.
-Para entonces ya será de noche. ¿Notarán que no hemos ido nosotros?
-No lo sé. Pero, de todos modos, tu madre te echará de menos en cuanto estén de
vuelta en el pueblo.
La angustia que se pintó en los ojos de Becky hizo darse cuenta a Tom de la pifia
que había cometido.
¡Becky no debía pasa