Tom Sawyer
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Mark Twain
cómodas, y sobre todo, ¡la luz! Becky lloraba, y Tom trató de consolarla; pero todos
sus consuelos se iban quedando gastados con el use y más bien parecían
sarcasmos. Tan cansada estaba que se fue quedando dormida. Tom se alegró de
ello y se quedó mirando la cara dolorosamente contraída de la niña, y vio cómo
volvía a quedar natural y serena bajo la influencia de sueños placenteros, y hasta
vio aparecer una sonrisa en sus labios. Y lo apacible del semblante de Becky se
reflejó con una sensación de paz y consuelo en el espíritu de Tom, sumiéndole en
gratos pensamientos de tiempos pasados y de vagos recuerdos. Aun seguía en esas
soñaciones, cuando Becky se despertó riéndose; pero la risa se heló al instante en
sus labios y se trocó en un sollozo.
-¡No sé cómo he podido dormir! ¡Ojalá no hubiera despertado nunca, nunca! No,
Tom; no me mires así.
No volveré a decirlo.
-Me alegro que hayas dormido Becky. Ahora ya no te sentirás tan cansada y
encontraremos el camino.
-Podemos probar, Tom; pero ¡he visto un país tan bonito mientras dormía! Me
parece que iremos allí.
-Puede que no, Becky; puede que no. Ten valor y vamos a seguir buscando.
Se levantaron y otra vez se pusieron en marcha, descorazonados. Trataron de
calcular el tiempo que llevaban en la cueva, pero todo lo que sabían era que parecía
que habían pasado días y hasta semanas; y sin embargo era evidente que no, pues
aun no se habían consumido las velas.
Mucho tiempo después de esto -no podían decir cuánto-, Tom dijo que tenían que
andar muy calladamente para poder oír el goteo del agua, pues era preciso
encontrar un manantial. Hallaron uno a poco trecho, y Tom dijo que ya era hora de
darse otro descanso. Ambos estaban desfallecidos de cansancio, pero Becky dijo
que aún podría ir un poco más lejos. Se quedó sorprendida al ver que Tom no
opinaba así: no lo comprendía. Se sentaron y Tom fijó la vela en el muro, delante
de ellos, con un poco de barro.
Aunque sus pensamientos no se detenían, nada dijeron por algún tiempo. Becky
rompió al fin el silencio:
-Tom, ¡tengo tanta hambre!
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Preparado por Patricio Barros