Tom Sawyer
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Mark Twain
primero un pie cuidadosa y firmemente, y después manteniéndose en precario
equilibrio sobre el otro y estando a punto de caer a la derecha o la izquierda.
Retrocedió otro paso con el mismo minucioso cuidado y no menos riesgo; después,
otro y otro, y .. ¡una rama crujió bajo el pie! Se quedó sin respirar y escuchó. No se
oía nada: la quietud era absoluta; su gratitud a la suerte, infinita. Después volvió
sobre sus pasos entre los muros de matorrales: dio la vuelta con las mismas
precauciones que si fuera una embarcación, y anduvo ya más ligero, aunque no con
menos cuidado.
No se sentía seguro hasta que llegó a la cantera, y allí apretó los talones y echó a
correr. Fue volando cuesta abajo hasta la casa del galés. Aporreó la puerta, y a
poco las cabezas del viejo y de sus dos muchachotes aparecieron en diferentes
ventanas.
-¿Qué escándalo es ése? ¿Quién llama? ¿Qué quiere?
-¡Ábranme, de prisa! Ya lo diré todo.
-¿Quién es usted?
-Huckleberry Finn... ¡De prisa, ábranme!
-¡Huckleberry Finn! No es nombre que haga abrir muchas puertas, me parece. Pero
abridle la puerta, muchachos, y veamos qué es lo que le pasa.
-¡Por Dios, no digan que lo he dicho yo! -fueron sus primeras palabras cuando se
vio dentro-. No lo digan, por Dios, porque me matarán, de seguro; pero la viuda ha
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Preparado por Patricio Barros