TOM SOWYER Tom Sawyer - Mark Twain | Page 180

Tom Sawyer www.librosmaravillosos.com Mark Twain venganza! Su primera idea fue huir; después se acordó que la viuda había sido buena con él más de una vez, y acaso aquellos hombres iban a matarla. ¡Si se atreviera a prevenirla! Pero bien sabía que no habría de atreverse: podían venir y atraparlo. Todo ello y mucho más pasó por su pensamiento en el instante que medió entre las palabras del forastero y la respuesta de Joe el Indio. -Porque tienes las matas delante. Ven por aquí y lo verás. ¿Ves? -Sí. Parece que hay gente con ella. Más vale dejarlo. -¡Dejarlo, y precisamente cuando me voy para siempre de esta tierra! ¡Dejarlo, y acaso no se presente nunca otra ocasión! Ya te he dicho, y lo repito, que no me importa su bolsa: puedes quedarte con ella. Pero me trató mal su marido, me trató mal muchas veces, y, sobre todo, él fue el juez de paz que me condenó por vagabundo. Y no es eso todo; no es ni siquiera la milésima parte. Me hizo azotar, ¡azotar delante de la cárcel como a un negro, con todo el pueblo mirándome! ¡Azotado!, ¿entiendes? Se fue sin pagármelo, porque se murió. Pero cobraré en ella. -No, no la mates. No hagas eso. -¡Matar! ¿Quién habla de matar? Le mataría a él si le tuviera a mano; pero no a ella. Cuando quiere uno vengarse de una mujer no se la mata, ¡bah!, se le estropea la cara. No hay más que desgarrarle las narices y cortarle las orejas como a un verraco! -¡Por Dios! ¡Eso es...! -Guárdate tu parecer. Es lo más seguro para ti. Pienso atarla a la cama. Si se desangra y se muere, eso no es cuenta mía: no he de llorar por ello. Amigo mío, me has de ayudar en esto, que es negocio mío, y para eso estás aquí: quizá no pudiera manejarme yo solo. Si te echas atrás, te mato, ¿lo entiendes? Y si tengo que matarte a ti, la mataré a ella también, y me figuro que entonces nadie ha de saber quién lo hizo. -Bueno: si se ha de hacer, vamos a ello. Cuanto antes, mejor...; estoy todo temblando. -¿Hacerlo ahora y habiendo gente allí? Anda con ojo que voy a sospechar de ti, ¿sabes? No; vamos a esperar a que se apaguen las luces. No hay prisa. Huck comprendió que iba a seguir un silencio aun más medroso que cien criminales coloquios: así es que contuvo el aliento y dio un paso hacia atrás, plantando 180 Preparado por Patricio Barros